«Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados, y haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo.
Ovejas y bueyes, y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas, y a los que vendían palomas les dijo: «Quiten esto de aquí, no conviertan en un mercado la casa de mi Padre»»
(Jn 2, 14-16).
No es que el Señor esté en contra de los negocios o de los vendedores, de los bueyes y las palomas. No está en contra de los cambistas y tampoco del mercado. Lo que el Señor corrige es que estos vendedores y negociantes se hayan metido dentro del templo para hacer sus negocios.
Había habido una invasión similar a las que hay en varias ciudades cuando unos pobladores se apropian de unas tierras, de unos terrenos y no quieren salir de allí, entonces hay que llamar a la policía para desalojarlos.
Muchas veces es necesaria la fuerza del orden para sacar a los invasores. Es como si se metieran en nuestra casa unos ladrones y no quieren salir. ¿Qué hacemos? Llamamos a la policía para que los saque.
Eso hizo Jesucristo: agarró un azote y los expulsó porque ellos invadieron primero, invadieron el templo. El templo no es propiedad de ellos, asaltaron el templo y se adueñaron de él. El templo es la casa de Dios, es el lugar donde se hace oración, adoración, donde se respeta, donde hay silencio, donde se cuida todo lo que hay allí.
Imaginémonos que en una iglesia se metan los vendedores, los asaltantes, los cambistas… habría que sacarlos y eso hizo Jesucristo.
FUERZAS DEL ORDEN
En un país las fuerzas armadas que hay son fuerzas para defender, para cuidar el orden. La policía en un país está para defender de las violencias, de asaltantes, de ladrones, incluso de delincuentes o asesinos que a veces emplean la fuerza y ponen en peligro la vida y la seguridad de muchas personas.
Esto lo vemos en todo el mundo, entonces es necesario que haya unas fuerzas del orden que defienden a las personas.
Hoy tenemos que lamentar las grandes injusticias que se cometen cuando se castiga a las fuerzas del orden y se da libertad a los delincuentes, a las personas violentas.
Jesucristo, que quiso poner orden en el mundo para eliminar los odios, las rivalidades; Jesucristo, que trae el amor, que trae la caridad, fue tratado como un delincuente y como el peor de los ladrones. Tanto que la autoridad hizo soltar al peor de los delincuentes, que era Barrabás y a Jesús lo entregó para que lo condenen. Pilato se lavó las manos…
Hoy en el mundo hay muchos delincuentes sueltos que siguen causando estragos y los han dejado libres como a Barrabás. A pesar de sus acciones delictuosas que han cometido o que quieren cometer, son personas peligrosas que andan sueltas.
SUELTAN A BARRABÁS
En muchos lugares del mundo existen también inocentes que están condenados en prisión y, al mismo tiempo, delincuentes que están libres cometiendo sus fechorías sin que nadie los detenga.
Y es porque en algunos organismos estatales hay autoridades que están empleando su potestad de una manera política, se dice, pero también de una manera delincuencial, porque hay corrupción. Se han colado, se han filtrado personas que no son idóneas y no solamente no son idóneas, sino también están prontuariadas por la justicia, no son trigo limpio.
Para que haya paz en un país debe funcionar muy bien la justicia y para que camine bien la justicia, los jueces, los fiscales, los abogados deben ser personas idóneas, personas honestas, personas correctas.
Cuando se politiza, cuando se meten intereses particulares, cuando se mete la corrupción y puede llegarse a la delincuencia en las instituciones judiciales, entonces esas autoridades soltarán a Barrabás y condenarán a Jesús; soltarán a los revoltosos, a los que hacen destrozos, y a los otros, ay si hacen alguna cosa, los condenan enseguida.
Cuando en estos tiempos de relativismo se oculta la verdad (la verdad que nos hace libres), es entonces cuando caemos en el caos de la informalidad. La informalidad no es buena, termina esclavizándonos. Dios quiere que haya orden. El orden es una virtud y como es virtud, se consigue con el amor.
UN CORAZÓN ORDENADO ES UN CORAZÓN LIMPIO
El orden empieza en el propio corazón. El corazón debe estar ordenado. Tener el corazón ordenado es tenerlo limpio, un corazón limpio, porque un corazón sucio es un corazón que se achica, que no puede amar porque se ha achicado demasiado y achica el corazón la impureza.
Cuando hay una vida sexual desordenada, cuando se admite la pornografía, cuando entra el alcoholismo o la droga, todo eso lleva a la corrupción del ser humano y podría llevar a lo que hoy hay también en muchos sitios, que es la trata de personas y la trata de personas es un pecado gravísimo.
Cuando todo está desordenado, predomina la ley de la selva: el más fuerte es el que gana, el abusivo, el que se lleva todo. Y hoy, en muchos sitios, se quiere arreglar todo con el egoísmo, y eso lleva a la guerra sucia, el ir contra el otro para poder sobresalir.
Qué importante es el orden del corazón y el orden de la cabeza, las facultades principales del ser humano. La verdad es la que ordena la cabeza, el conocimiento de la verdad y vivir de acuerdo con la verdad. Y la mentira es la que desordena la cabeza y desordena el corazón.
La verdad es siempre limpieza. Está lejos de los vicios. La verdad es honestidad, es cuidado, es delicadeza, es finura, es orden.
DIOS QUIERE EL ORDEN
Una casa ordenada es una casa limpia donde todo está en su sitio y cuando las cosas están en su sitio hay, incluso, una estética, una belleza. “Qué bien se ve ese living, ese comedor, ese dormitorio, provoca estar porque todo está bien ordenado”. Un sitio limpio es elegante, es grato.
Igual fuera de la casa, cuando las calles están bien, está el asfalto, las veredas; están señalizadas las calles, hay unos árboles bien puestos y podados, es grato ir por una calle cuando todo está ordenado.
Si todo está desordenado, se pierde la belleza, se pierde la estética y eso no quiere Dios; Dios quiere el orden, el orden del corazón que hace que el ser humano ordene todo lo demás.
Si las personas son limpias y ordenadas, la sociedad también lo estará. Las calles limpias, porque se ha recogido la basura, las avenidas bien señalizadas con sus semáforos que funcionan, el orden que debe haber en los desplazamientos sin que haya problemas, sin que los horarios se alteren cuando hay desorden.
ORDEN EN TODO
San Josemaría decía:
“Guarda el orden y el orden te guardará a ti. Si después de una reunión en una casa las personas se retiran y dejan la silla de cualquier manera, los sillones torcidos, las mesas con papeles, hay cajas, cosas arrumadas fuera de lugar, se podría afirmar que a las personas que estaban allí les falta amor a Dios”.
Quien ama a Dios tiene orden en su corazón, pero ese orden también lo tienen en sus cosas y en su casa; procede del orden del corazón.
Lo mismo podemos decir de una sociedad, la calle, las demás cosas: el orden del corazón del ser humano debe también poner orden en todo. Por eso el Señor expulsó del templo a los mercaderes y ambulantes que habían hecho un desorden allí tremendo en el lugar de Dios, en el lugar donde se debe rezar.
Dejemos que el Señor ponga orden en nuestro corazón y expulse de nuestra vida todo lo que lleve al desorden y al caos.
¿Y qué es el resultado? De ese esfuerzo que todos tenemos que poner para ordenar bien todo, que luego se refleja en esa belleza que hay en una persona que tiene un corazón limpio, es una bellísima persona. Y esa belleza también se expresa en el trato de las cosas, en el cuidado de las cosas, se refleja el amor a Dios.
Vamos a pedirle a nuestra Madre, la Virgen, la maestra del sacrificio escondido y silencioso, que ella nos ayude a tener nuestro corazón bien ordenado, para que todas las cosas también reluzcan con ese amor que ponemos en ellas, que es el amor a Dios.

