“Uno de la multitud le dijo al Señor: – Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia. Y Jesús le respondió: -Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes? Y les dijo: – Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas. Y les dijo una parábola: -Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho.
Y se preguntaba a sí mismo: ¿Qué voy a hacer, no tengo dónde guardar mi cosecha? Después pensó: Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe y date buena vida. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche vas a morir y ¿para quién será todo lo que has amontonado? Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios”
(cfr Lc 12, 13-22).
El verdadero heredero, como veníamos hablando al principio del evangelio, nos hace ver dónde está nuestra riqueza. ¿Dónde está Cristo en nuestra vida? Si yo amontono esa riqueza o si la uso para el Señor.
Fíjate, el Papa León acaba de publicar su primera Exhortación Apostólica que la tituló: Dilexi te, Te he amado. Un documento bastante corto que profundiza en ese amor de Cristo hacia los pobres, ese amor de Cristo hacia aquellos que saben vivir también la pobreza.
Es continuación de la Dilexit Nos que había escrito el Papa Francisco. De hecho, es un documento escrito a cuatro manos, como también había pasado con Benedicto XVI y Francisco cuando había escrito las encíclicas sobre la caridad, sobre la esperanza, pero faltaba sobre la fe.
DILEXI TE
El Papa Francisco la terminó en aquella otra exhortación o documento para animarnos también a meditar esos escritos teológicos que también Benedicto había escrito y que lo reflejó en la Porta Fidei, que es un documento muy bonito sobre la importancia de cuidar la relación con el Señor desde la fe de los cristianos.
Este documento sobre el amor a los pobres, el amor a la pobreza viene un poco a animarnos a ver cómo Jesús vivió pobre y cómo también no se separó de ese amor a la pobreza.
El Papa León XIV enfatiza ese servir a los pobres, que no es un gesto paternalista, sino es un encuentro entre iguales, donde Cristo se revela. Esa limosna que, quizá, damos a veces, es también un acto de amor.
Esta exhortación critica un poco esa cultura del descarte de los pobres o ese pasar hambre o dejar pasar la pobreza delante de nuestros ojos.
La avaricia que nos habla el evangelio hoy ataca mucho esa relación con los pobres que quizá no estamos viviendo nosotros cada día. Quizás estamos dispuestos a cruzar el océano a pie, pero ayudar a una persona pobre que está ahí en la esquina de mi casa o que la veo todos los días, no estoy dispuesto a perder un gustito o no estoy dispuesto a no gastar en una cosa insignificante para ayudar a este otro.
HISTORIA DEL HEREDERO
Te quiero contar una historia que me gustó y que también tiene que ver con este evangelio del heredero. Cuenta una leyenda de un reino europeo, que hay un rey muy cristiano con fama de santidad, que no tenía hijos.
El monarca envió a sus heraldos a convocar el anuncio a todo el pueblo, a todas las aldeas de cómo iba a ser la herencia. Entonces, a todo candidato se le exigía dos características: Primero amar a Dios y segundo, amar a los prójimos.
¿Cómo certificarse esto? A aquel que ame más a Dios y que ame más al prójimo, a ese se le iba a dar la herencia. La aldea era muy pequeña, un joven, que participa también de la promoción -como se dice, de este anuncio real- lo reflexionó muy bien y dijo: -Bueno, yo puedo competir, aunque no tengo mucho me voy a acercar. Él era bastante pobre, pero no le impedimento para acercarse.
Fue al pueblo, se acercó y cuando estaba en la puerta del pueblo vio a una mujer muy pobre que estaba ahí con su hijo y le pido algo de dinero. Y entonces dijo: Bueno, la verdad que yo no tengo nada, pero lo que tengo te lo doy, y le dio algo de comer.
Después se acercó más al castillo real y vio otro hombre que le pedía limosna y no tenía más que lo que le había dado a la mujer, y le dijo: Bueno, me queda esto y se lo dio. Él tenía unos hijos que ayudar y no tenía trabajo y él en cambio, con su pobreza, lo poco que tenía se lo dio. Tenía un anillo en el dedo, una cadena que para ayudarlo se lo dio.
AMAR A DIOS Y AL PRÓJIMO
Siguió yendo hacia el monarca que estaba ahí esperándolos. Entonces, cuando lo ven llegar le dicen: Bienvenido, pasa adelante. Lo hacen pasar a la sala principal y le dice: Usted va a ser el heredero. No entiende nada.
De repente aparece esta mujer con su hijo, aparece también el mismo rey -que le había estado pidiendo limosna en la puerta del castillo- y le dice: Usted ha ganado la herencia. Usted será mi heredero, heredará mi reino.
También, a veces, uno piensa, bueno, pero yo no tengo nada, no hago nada… El Señor quiere ese amor a Dios, quiere ese amor al prójimo, esa es la verdadera herencia, ese es el verdadero sentido de lo que Dios está haciendo con nosotros.
Así como el Papa ha escrito esta Exhortación Apostólica tan bonita, ésta también nos ayuda a esto: a ver cómo cuidamos a los necesitados; a ver cómo cuidamos esa motivación que nos enseña a buscar la santidad, que no es simplemente en acumular cosas.
San Pablo nos dice muy claro también en sus cartas, como se dirigía también a los primeros cristianos con los pobres; o san Lorenzo, diácono, como les repartió sus tesoros, que eran los pobres, cuando lo persiguen para matarlo; también tantos santos que han vivido esta pobreza.
También el Papa quiere hacer un freno a tantas ideologías, como la teología de la liberación o el marxismo, y cita un documento que había escrito el Cardenal Ratzinger hacía ya varios años, en 1985, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y lo deja muy claro: la importancia de mostrar que la pobreza no es una cuestión de una opción por los pobres mal entendida.
PRACTICAR LA POBREZA
Si no, como decía la Madre Teresa: el pobre más pobre es el que no tiene a Dios. Yo, ¿sé vivir la pobreza? O sea, ayudar a los pobres a salir de esa pobreza. Y el Papa llama a esa acción colectiva, a esa acción de juntarse a ayudar por acá o por allá… y merece la pena practicarla. Merece la pena leer esta Exhortación Apostólica.
«Despegarse de los bienes del mundo,
decía san Josemaría,
es también amar y practicar la pobreza de espíritu«
(Camino, punto 631).
No se trata solamente de amar la pobreza, sino de practicarla.
Hoy, ¿vivimos esa pobreza, como dice el evangelio de hoy? ¿Tengo los bienes acumulados para lo que venga después, sin importarme nada, el prójimo?
Mira, práctica la pobreza vivida en la familia, en tu profesión, en medio de tus relaciones sociales, porque ahí también se vive sobria y templadamente, muchas veces cuando otros no lo vivan, no importa.
Enfréntate con esa pobreza real. A veces, que no tengo efectivo, que no tengo para comprarme un croissant, no tengo para comprarme lo que sea… Dios te pide también esa pobreza bien mi vida, que es también como vivió la Virgen. Nuestra madre vivió pobre y enseñó a vivir esa pobreza a Jesús.
Vamos a pedirle también por el santo Padre, que ha escrito este documento que es también -te diría- un escrito social, dentro de la Doctrina Social de la Iglesia. Que también nos ayude a nosotros a vivir como la Virgen y el Mesías, pobres de espíritu, para también entender que Dios nos ha amado -como se llama este documento- para hacer esos herederos, Dilexi Te, te he amado.
Vamos a darle a nuestra Madre santa María que también escuche nuestra oración.
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