Hoy celebramos la solemnidad de “TODOS LOS SANTOS”. La Iglesia quiere homenajear a todos los hijos de Dios que han fallecido, que han vivido fielmente según el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo y están en el Cielo.
Y así como hay días seleccionados, diríamos; elegidos en el calendario y que son incluso a veces feriado, día no laborable.
En realidad, nosotros creemos que la gente que está en el Cielo ¡es mucha! y no se podría dedicar un día para celebrar a cada uno.
Entonces se suman todos los santos, incluso los que tienen su propio día, para ser celebrados, homenajeados hoy, ahora en este primero de noviembre.
Y bueno, nos encontramos en el Evangelio de san Mateo, que hoy leemos: Las Bienaventuranzas.
Esas palabras tuyas, Señor, que nos sorprenden un poco:
“Bienaventurados los pobres, bienaventurados los mansos, bienaventurados los que lloran.” (Mt 5, 3-5)
¡Imagínate; los que lloran…!
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, Bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los que trabajan por la paz. Bienaventurados cuando os insulten y os persigan y os calumnien por mi causa.” (Mt 5, 6. 8-9)
Como vemos en tus palabras, Jesús, hay una como que semejanza: en todos estás alabando una conducta y les estás ofreciendo un premio, a quien viva de acuerdo a esa conducta.
TÚ ERES ASÍ
Y se trata de entender un poquito en cada una de esas conductas, pero antes lo que me parece que nos puede ayudar es pensar que te estás describiendo, Jesús, te estás describiendo o estás describiendo tu corazón. ¡O sea, Tú eres así!
Y entonces cuando nosotros queremos conocerte, pues tenemos que imaginarte así. teniendo estas características en tu corazón, en tu modo de ser, en tu personalidad.

Esto nos facilita mucho, efectivamente, a la hora de poner la imaginación en movimiento, pues el tener estas pistas, porque es tu modo de ser.
La idea es que nosotros vayamos aprendiendo de Ti y que vaya siendo también mi modo de ser.
O sea, que todos los santos que están en el Cielo, todas las personas que están en el Cielo, están en el Cielo porque han tenido este modo de ser.
Todos se han parecido a Ti, Señor. Y en realidad, este modo de ser, se va de alguna manera esperando que se repita en cada uno de los que formamos parte de la Iglesia.
Que tengamos, por lo tanto, ese parecido contigo, los mismos rasgos que efectivamente te distinguen.
Entonces, buen dato, digo, porque nos facilita conocerte, Jesús, y al mismo tiempo nos facilita imitarte.
EL CARACTER DE JESÚS
Cuando vemos efectivamente que cada frase comienza por una felicitación, o sea, algo que Tú valoras, pues ya sabemos que esas cosas te agradan y entonces vamos a procurar tenerlas.
Si es posible, tenerlas más y más presente en nuestro corazón, para irlas nosotros copiando, incorporando a nuestra vida.
El premio que Tú das, Señor, a cada uno de los que felicitas, pues es el Reino de los Cielos que heredarán la tierra, encontrarán consuelo, justicia, etcétera…
O sea, van a tener la felicidad, la felicidad con distintos nombres, pero la felicidad en el fondo.
Y bueno, creo que no solo cuando termine la vida, sino ya acá, ¡ya acá! Tantas veces, por ejemplo, en esta bienaventuranza en que nos dices:
“Bienaventurados los mansos.” (Mt 5, 4)
Esta bienaventuranza, me parece que a todos nos trae la idea de Cristo, precisamente de Ti, Señor. Es la dulzura de Dios.
¿Cómo era tu mirada, Señor? Pues mansa, tu sonrisa, tu expresión, tu personalidad y tu manera de hablar dulce.
Y esa dulzura tiene varias maneras de expresarse, que pueden ser: la amabilidad, el ser acogedor, el ser cariñoso.
Esto le llamaba la atención al anterior Papa, al Papa Francisco, de san Francisco de Asís.
Efectivamente, nos imaginamos de verdad a todos los santos con esta característica y bueno, principalmente en Ti, Jesús.
AYÚDAME A SER COMO TÚ
Y esto, nos damos cuenta que a todos nos vendría muy bien, yo mismo te pido, Jesús, que me ayudes a ser como Tú, manso y humilde de corazón, que sepa querer a la gente y que la gente tenga también facilidad para quererme.
En el Evangelio se dice que los niños se te querían acercar y Tú los amabas también.

Esa disposición para que los niños te detecten como alguien al que pueden tener confianza, es encantador, porque si los niños se sienten así, pues los mayores también.
Después que esa mansedumbre te llevaba, Jesús, a acoger a los pecadores, siempre me llama la atención y lo he comentado otras veces, el “beso de Judas”. Acoges a Judas, que te acaba de traicionar vendiéndote, y se acerca con una doblez muy grande, pues a besarte ¡y lo acoges!
Acoges a la gente que nos portamos no tan bien y después perdonas a quienes te quieren mal.
El propio Judas, pero Tú mismo has rezado en la cruz, a favor de quienes te estaban crucificando.
Por lo tanto, es una disposición de perdonar muy grande, que todos quisiéramos tener.
Entonces, yo creo que el Evangelio de hoy lo que nos propone es esto; saber que por ahí podemos conocerte, que por ahí podemos tener clara cuál es tu voluntad.
Y por ahí podemos irte diciendo que sí, cuando Tú nos animes a cultivar alguno de estos rasgos que son tuyos, Jesús.
Vamos a mirar a la Virgen Santísima y aprender de ella estos mismos rasgos y nos daremos cuenta que ella nos quiere ayudar a ser como Jesús, como su hijo.



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