VOLAR HACIA DIOS
Hoy celebramos a un santo que tiene una frase muy fuerte y que da mucho para pensar:
«Nunca más servir a señor que se me pueda morir».
Esa frase la dijo san Francisco de Borja. Y quiero que hoy hablemos con Jesús sobre el tema del desprendimiento.
El tema de la meditación desprendimiento, de qué cosas estoy demasiado agarrado, qué cosas no me dejan volar hacia Dios.
Y empezaré con una historia en Sevilla, España. En la Iglesia de la Caridad, hay unos cuadros famosos de un autor Valdés Leal.
Son cuadros que impresionan porque son cuadros de cadáveres de personajes importantes, de obispos, nobles, caballeros y todos ellos sí, en plena descomposición.
San Josemaría, el fundador, cuando estuvo allí lo dejó escrito en un punto de Camino (en el punto 742). Dice:
«Así aquellos cuadros de Valdés Leal, con tanta carroña distinguida —obispos, calatravos— en viva podredumbre, me parece imposible que no te muevan. Pero ¿y el gemido del duque de Gandía: no más servir al señor que se me pueda morir?»
Y ahí hace referencia san Josemaría al duque de Gandía, san Francisco de Borja, porque sí era un duque, era un hombre de nobleza española.
Era primo del emperador Carlos V, trabajaba en su corte. Fue un hombre que lo tenía todo: títulos, riqueza, prestigio y poder.
UNA MISIÓN ESPECIAL
Un día le encargaron una misión especial: llevar el cuerpo de la emperatriz Isabel hasta Granada. Y así lo hizo, era su misión.
Pues él, que la había visto a Isabel tantas veces rodeada de lujo y admirada por todos, le dicen que tiene que comprobar si es ella, si es Isabel.
Entonces abrió el féretro, y vio a Isabel. Claro, lo que encontró fue un rostro en descomposición.
Un golpe seco sacudió su realidad, su mundo. Y comprendió la caducidad de la vida.
Fue entonces cuando dijo esa frase:
«Nunca más servir a señor que se me pueda morir».
Ahí lo decidió. Tuvo una conversión por esa misión que le encargaron. Ese fue el punto de quiebre, el momento en que Dios le mostró el sentido del desprendimiento.
Todo lo que aquí parece tan grande, tan brillante e importante, todo eso pasa. Lo único que no pasa es Dios. Eres Tú, Jesús, eres lo único que no pasa.
¿QUÉ ME DOMINA? ¿QUÉ ME ATA?
Y qué bueno que nos preguntemos en este ratito de oración: ¿yo he tenido ese momento de quiebre? (…)
¿He tenido alguna misión o algún momento en el que he cambiado de vida para no estar apegado a las cosas de este mundo? (…)
¿Situaciones que me hagan desprenderme de las cosas de este mundo? Vamos a pensarlo (…)
¿Qué cosas me atan Señor a este mundo? ¿Qué cosa es mía, tan a mí mismo? ¿Qué cosas me atan a los demás? (…)
Yo necesito aprender a desprenderme, quizá no de títulos nobiliarios, ni de palacios, porque no somos el conde de Gandía, pero sí de cosas pequeñas, que si no estoy atento, me pueden dominar.
Señor, las cosas me pueden dominar, las personas me pueden dominar, los afanes de este mundo también me pueden dominar, al punto de quitarme el sueño.
Me apego demasiado a lo que los demás piensan de mí…
Creo Señor, que esto es algo que a todos nos pasa: el estar pendientes de qué piensan de mí, me aferro a la opinión de los demás, a los likes o que me digan: oye qué bien lo hiciste…
Y ahí me doy cuenta de que muchas veces no vivo la libertad, sino que estoy pendiente de agradar, de no defraudar.
Jesús, enséñame a vivir pendiente de Ti, no de la opinión de los demás… “No servir a señor que se me pueda morir”.
SER AGRADECIDOS
Otras veces Señor, me apego a mi propia imagen, quiero que me vean bien, que digan que soy talentoso, que destaquen mis logros. Y me cuesta aceptar los límites de mis errores. Me da miedo no ser reconocido.
Sin embargo, Tú Jesús, viviste oculto treinta años, sin buscar prestigio, sin preocuparte de la fama.
Ahora me acuerdo de una persona que conozco y a quién le tengo mucho cariño. Fue en su momento campeón de tenis nacional, Primera Raqueta de Colombia. Hoy ya tiene muchos años, ya es una persona de edad.
En estos días lo operaron de la cadera (de la segunda cadera), ya está recuperándose, y a pesar de eso, no pierde el humor, no pierde la alegría.
Fue un gran deportista, pero no puede moverse. No puede ni golpear una bola, ni volver a coger nunca más una raqueta…
Pues Señor, Tú permites que tengamos estos momentos para ser más humildes, para confiar más en Ti. Para desprendernos, quizá, de los talentos que tenemos o que creemos tener o con los que disfrutamos de la vida un momentico.
Gracias Señor también por esos talentos. Hay que ser más agradecidos, de saber que tenernos en las cosas buenas que nos pasan y agradecer mucho.
HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
Señor, también me puedo pegar al control, querer que las cosas salgan como yo quiero, que todo responda a mis planes. Y cuando algo falla, me inquieto, me impaciento, me desespero.
Pero Tú, Jesús, por ejemplo en el huerto de Getsemaní, nos mostraste el verdadero desprendimiento:
«Padre, que no se haga mi voluntad sino la tuya».
Desprendimiento. Desprenderse no significa vivir sin afectos o sin alegrías. O sin ilusiones. ¡No!
Más bien significa vivir libres, sin cadenas, que las cosas no me posean. Que las personas no me posean, que lo que tengo, lo pueda disfrutar y también soltar.
A veces cuesta soltar que las personas a las que quiero, no las adore como ahí ves, como absolutos. Sino que las ame, que las quiera. Pero con un amor ordenado.
San Francisco de Borja fue un hombre que cambió de rumbo y se convirtió en un gran santo jesuita. Hombre de profunda oración y de servicio.
Él comprendió que la vida es demasiado cortica, como para gastar el corazón en cosas que mueren, que se acaban, que son contingentes.
Señor, yo quiero aprender a vivir así, quiero ser libre de las ataduras de la humanidad, de la opinión, de las comodidades, del miedo al qué dirán. Quiero vivir ligero de equipaje, con el corazón puesto en lo único que no pasa: En Ti.
Déjame Señor poner todo mi corazón en Ti.
MOMENTO DE PENSAR
Y aquí viene la pregunta personal: ¿de qué necesito desprenderme hoy? (no mañana, sino hoy)… ¿Quizá de algún resentimiento, de una comparación que me hace daño…?
¿Quizá por la obsesión por los resultados? ¿Del apego a la comodidad? (…) Vamos a pensarlo. Vamos a meditarlo.
San Francisco lo resumió en una frase y Jesús lo resumió en una vida: Él, pobre, humilde, libre, entregado por amor, desprendido de todo.
Señor, subiste a la Cruz y te desprendiste de todo, incluso de tu mamá, de Tu madre bendita que nos diste por madre nuestra.
Vamos a pedir a la Virgen María, nuestra madre, que nos enseñe a tener un corazón libre como el de su Hijo. Ella no se aferró a nada, ni siquiera a Jesús en la Cruz.
Por eso, también se desprendió de Jesús. Confiaba en Dios… Que aprendamos con ella el arte del desprendimiento, que es el arte de ser libres para amar de verdad.