El evangelio de hoy nos dice que Jesús dijo a sus apóstoles:
“Por el camino proclamen que el Reino de los Cielos está cerca”.
Luego da a sus apóstoles una serie de cosas que tienen que hacer: curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios; ustedes han recibido gratuitamente den también gratuitamente. Y luego sigue explicando:
“no lleven ni oro ni plata ni monedas, ni provisiones…”
(Mt 10, 7-15)
y sigue dando unas instrucciones para sus apóstoles que están saliendo a predicar el Reino de los Cielos.
En estos días creo que en el imaginario colectivo, tenemos una idea bastante cercana por el suicidio de un sacerdote italiano, el padre Mateo, que apenas con 35 años se quitó la vida; al menos eso parece indicar los móviles de su muerte y me parecía que es importante también hablarlo, Señor, contigo.
Porque yo creo que vale la pena pensar qué es lo que pasa con estas personas que, efectivamente, se suicidan o con los que dejan su vocación y se van, con los que pasan estas crisis profundas.
Señor, en esta meditación no es para hacer juicios, sino para hablar contigo, para abrir el corazón, decir en voz alta lo que muchos quizás piensan, pero callan, que también los sacerdotes sufren, se cansan, también se pueden romper por dentro.
LOS SACERDOTES TAMBIÉN SON DE BARRO
Claro, no somos de acero, somos de barro. De hecho el mismo san Pablo lo dice:
“Llevamos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que esta fuerza extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros”
(2Cor 4, 7-15),
recoge san Pablo en la Segunda Carta a los Corintios.
Pero claro, a veces ese barro se cuartea, a veces de ese barro sangra. Y al hablar del padre Mateo, es en realidad hablar de muchos sacerdotes alrededor del mundo, no es un caso aislado, hay decenas de nombres de algunos conocidos, de otros muchos ocultos, en el silencio de una parroquia.
Hace unos meses se presentó un informe en Brasil de un estudio que hablaba de varios casos y no podemos seguir diciendo «no lo sabíamos». Si lo sabemos, no podemos ignorarlo porque un alma consagrada también necesita ser cuidada.
Mi madre me mandó un texto sobre el que estoy haciendo este rato de oración, un poco para ver la forma de cuidarnos. Como ella sabe que yo trabajo y le parece que trabajo demasiado, siempre de buena forma, como una forma materna, diciéndome que me cuide, que haga deporte, que, en definitiva, descanse.
Porque si el alma consagrada es un terreno donde florece lo divino, pero también donde se libran batallas feroces.
Muchos de los sacerdotes, por supuesto, experimentamos cansancio espiritual, esa llamada noche de la fe, noche oscura del alma o incluso a veces cuando no hay sueño o cuando la alimentación no es constante, pueden venir signos de depresión, de desgaste físico.
A veces cuando no nos atrevemos a hablar, cuando no se sabe a quién acudir, cómo puede uno salir si uno tiene que escuchar tantas confesiones y tiene que hacer tanto, puede ser como un poco triste por eso.
¿CÓMO CUIDAMOS DE NUESTROS PASTORES?
Yo creo que hoy es un buen día para rezar por todos los sacerdotes, para pensar cómo estamos cuidando de nuestros pastores; nos permitimos ver su humanidad sin escandalizarnos. Hay espacios reales para acompañarlos, les escuchamos o sólo les pedimos que nos escuchen, los rodeamos de afecto o sólo de exigencias.
Entre nosotros, los sacerdotes, tenemos que tener mucha fraternidad porque eso es algo que nos ayuda.
Con un grupo nos reunimos todos los lunes con otros sacerdotes, justamente para hablar. Señor, estoy súper consciente que Tú nos llamas con ese cariño y nos llamas también a tener cuidado unos de otros y a pedir también esa ayuda a los demás.
Por eso hoy, tú que estás haciendo estos minutos de “Hablar con Jesús”, que le pidas al Señor por todos los sacerdotes que hacemos esta iniciativa, pero también por todos los sacerdotes del mundo.
«SE HACE TARDE Y ANOCHECE»
La crisis que estamos viviendo, según el cardenal Robert Sarah, en ese libro que se llama “Se hace tarde y anochece” habla que es una crisis que no solamente es disminución de vocaciones, sino que son una crisis sacerdotal.
Y él dice en concreto:
“Yo creo que la crisis es más profunda, afecta a la propia identidad sacerdotal. Los sacerdotes ya no saben quiénes son en este mundo. Los negros nubarrones del malestar, la depresión y el suicidio y unas faltas morales sumamente graves, apuntan a un horizonte funesto.
Si la crisis sacerdotal es muy profunda y deriva directamente de la crisis de fe que ha quebrado la confianza de los hombres de Iglesia, en su propia identidad hasta el punto de dudar de la importancia y de la especificidad de su papel”.
Hay otro cardenal que se llama: el cardenal Garrone, que señala tal vez con un poco más de claridad, diciendo que uno de los problemas más graves de hoy, es el de considerar el problema teológico del sacerdocio como un problema completamente nuevo, que hay que abordar desde la base.
El perfil del sacerdote se difumina, pierde conciencia de sí mismo y los fieles que le necesitan y ya no encuentran en él apoyo indispensable, que precisan tanto para su fe como para su vida.
Y esto repercute en las vocaciones. Es importante que nos esforcemos los sacerdotes por ver el plan que Dios tiene para nosotros, ese plan sagrado, que necesita personalmente conectar más con Dios.
SEÑOR, DANOS SACERDOTES SANTOS
Mi tiempo de oración es importante y los fieles tienen que saberlo. Que podamos celebrar misa con paz, que podamos hacerlo bien, que no tengamos esas tensiones propias del espectáculo público, sino que hagamos más bien las cosas sólo para el espectador que nos ama, para Jesús.
Vale la pena que nos esforcemos los sacerdotes y los laicos en impulsar para que así hagamos. Que no nos conformemos con las cosas humanas, que, al contrario, veamos la cosa sobrenatural como algo fundamental para nuestro camino.
No tenemos que hacer las cosas solamente por lo humano, Jesucristo está detrás de todo.
Señor, Tú que nos escuchas, que tengamos la prudencia de saber descansar, que tengamos también tus hijos sacerdotes, siempre esas ganas de seguir luchando y que sepamos descansar contigo Señor, en la oración sobre todo, que es ahí donde te podemos encontrar, en los sacramentos.
Que no perdamos nuestros intereses, porque tal vez la tecnología se mete, porque tal vez el éxito de las gestiones, de los proyectos, a veces tal vez nos puede también quitar un poco la paz.
QUE SÓLO EL SEÑOR SE LUZCA
Todo tenemos que verlo más bien como herramientas para que Tú te luzcas, Señor, nunca para que nosotros salgamos a relucir.
Que no tengamos esa tristeza de escuchar más de este tipo de catástrofes, porque todos cuidamos de los sacerdotes y también de las monjas, de los consagrados y de todas las personas que han dado su vida a Dios y que necesitan también de ese cariño de los demás.
Porque en definitiva se hace mucho bien, eso es súper claro.
Desde hace unos días tengo una imagen de la Virgen Dolorosa en mi oficina, que me encanta. Veo sus manos que sostienen unos clavos y sé que también me sostienen a mí cuando más lo necesito.
Pido Madre Dolorosa, ayúdame a ser siempre fiel. Ayúdanos a todos los sacerdotes a buscar ayuda cuando lo necesitemos y a todos los laicos para que sepan que todas sus oraciones y todo su cariño son siempre necesarios.
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