Jesús, estamos esperando tu venida en esta Navidad. Se han adornado las casas, los centros comerciales, las calles. Los convivios animados, las reuniones en familia para rezar la corona de Adviento. La gente se emociona y se disfruta esta época. Te estamos esperando. Pero para hacerlo bien, queremos que nos digas cómo podemos prepararnos mejor. (Conversión).
Te escuchamos cuando nos hablas a través de tu Iglesia. Porque ahí está el secreto de la preparación adecuada. Leo el evangelio y me encuentro con una escena que tiene poco de luces de Navidad y mucho de exigencia retadora.
“En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: — Conviértanse, porque está al llegar el Reino de los Cielos.
Éste es aquel de quien habló el profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto: «Preparen el camino del Señor, hagan rectas sus sendas».
Llevaba Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre.
Entonces acudía a él de Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
FUEGO QUE NO SE APAGA
Al ver que venían a su bautismo muchos fariseos y saduceos, les dijo: — Raza de víboras, ¿quién les enseñó a huir de la ira que va a venir? Den, por tanto, un fruto digno de penitencia, y no se justifiquen interiormente pensando: «Tenemos por padre a Abrahán». Porque les aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. Ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego.
Yo los bautizo con agua para la conversión, pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de llevarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. Él tiene en su mano el bieldo y limpiará su era, y recogerá su trigo en el granero; en cambio, quemará la paja con un fuego que no se apaga”.
Juan el Bautista es retador, tal vez los fariseos dirían que es malcriado… pero no. Lo que sucede es que la verdad es retadora, pero no es malintencionada…
La Navidad es bonita, por supuesto, pero la hemos “infantilizado” … La Navidad no es un adorno, no son figuritas que puedo mover a mi antojo. La Navidad es real y es una escena fuerte. Tanto por la dureza de la gruta como por la preparación que necesita: esta misma de la que nos habla el Bautista.

CONVIÉRTANSE, PORQUE ESTÁ AL LLEGAR…
A la Navidad se llega por un camino difícil, exigente.
“El hijo de Isabel y de Zacarías se retiró al desierto, cuando aún era adolescente. Allí el Señor le fue formando y afianzando en su vocación. Aquellas rocas desnudas son testigos de su penitencia. Dormía en alguna cueva. Los animales salvajes se habían habituado a su figura.
Juan no se echará atrás cuando el viento —el ambiente frívolo— le azote. Más adelante dará su cabeza al verdugo de Herodes, para que la Verdad siga viviendo”
(Acercarse a Jesús, Josep Maria Torras).
Y cuando nos acercamos nos dice, casi nos grita: Conviértanse, porque está al llegar…
Esta es la preparación que nos pides Tú, Jesús, a través del Bautista.
Esa es la realidad del Bautismo y de la vida cristiana. Esa que comienza con la venida del Hijo de Dios al mundo.
Un obispo de USA, con fama de santidad, decía en una homilía:
“Queridos candidatos al Bautismo: Están por subir a bordo de una religión que avanza por los mares del mundo en una Barca humilde que pareciera hundirse a cada instante, pero que por la fe sabemos que llegará a puerto. Esta Barca no es un crucero de placer, sino un buque de guerra… contra los propios pecados: soberbia, avaricia, pereza, gula, lujuria, iracundia y envidia.
CAMBIO VERDADERO
Si hablo de un buque de guerra es porque deseo dejar en claro que la religión católica no es un deísmo terapéutico moralista. No hace falta que recuerden estos términos, pero sí su descripción, pues es muy malo para el mundo. El deísmo supone que Dios puso en marcha el mundo pero que ahora se mantiene a distancia, motivo por el cual los hombres no tienen por qué acudir a diario a Él si no pone interés en el mundo.
La moral de este deísmo se reduce a ser amables con los demás y a abrirles la puerta del hogar… pero sin ayudarles a ir por el buen camino o corregirlos cuando están equivocados. (…) Queridos candidatos al Bautismo, deseo advertirles que se incorporarán a la Iglesia católica, y Ella no practica el deísmo moralista terapéutico.
De modo que, si por alguna razón tienen esta forma de ver nuestra religión, aún pueden dar marcha atrás en su decisión, porque yo no pienso derramar el agua del Bautismo sobre sus cabezas sólo para que se sintáis bien… hagan lo que hagan; ni tampoco les administrará el Crisma de la Confirmación para eso” (cfr. En presencia de Dios, diciembre, Pedro José María Chiesa).
Más claro: ¡imposible! Estamos en guerra. En primer lugar, con nosotros mismos. Y el Adviento nos anima a lanzarnos a la batalla, a cambiar, a tener una verdadera conversión.
LLEGAR BIEN PREPARADO
El Papa Francisco comentaba:
“Muchos dicen: «No, cambiaré mi vida». Y piensan que cambiar mi vida es «maquillarse». Cambiar mi vida significa cambiar los cimientos de la vida, es decir, poner la roca allí, que es Jesús. «Quisiera restaurar este edificio, este palacio, porque es muy feo, muy feo, y quisiera embellecerlo un poco y también asegurar los cimientos». Pero si me maquillo y me invento un romance, las cosas no avanzarán; se derrumbarán. Con las apariencias, la vida cristiana se derrumba. No podemos construir nuestra vida sobre cosas pasajeras, sobre apariencias, fingiendo que todo está bien. Vayamos a la roca, donde está nuestra salvación. Y allí seremos felices. Todos” (Papa Francisco Homilía en Santa Marta, 5 de diciembre de 2019).
O sea, la conversión es cambio: y cambio verdadero.
Esta es la fuerza de las palabras del Bautista.
“El profeta, cuyo dedo señalaba rígidamente la lejanía del altísimo ideal, aceptaba sin embargo el hecho de que a la gran conversión no se llega con sueños sino con el cambio en la lucha de cada día. Y era esta mezcla de violencia y realismo lo que mayormente conmovía a cuantos acudían a él” (Vida y misterio de Jesús de Nazaret, I. Los comienzos, José Luis Martín Descalzo).
“Dios mío, al contemplar en mi oración el desierto de Judea y ver las rocas y arbustos espinosos, aquel polvo que se levanta huyendo de la tierra seca, y el calor duro que incluso hace difícil respirar, he hecho el propósito de no rendirme en mi camino” (Acercarse a Jesús).
Quiero llegar a Navidad bien preparado, quiero convertirme.
Acudo a tu Madre para que me lleve de la mano hasta Belén. Y para que, como buena madre, me corrija y me indique con delicadeza, pero con firmeza, en qué tengo que cambiar.




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