Estamos terminando el semestre y muchos, Señor, llegamos con la sensación de haber corrido una maratón, una carrera de fondo.
Pienso en los estudiantes de la universidad: parciales, trabajos, entregas, compromisos, noches sin dormir… y en medio de ese cansancio apareces Tú, Jesús; Tú siempre apareces, siempre.
Dice el evangelio de hoy:
«Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas»
(Mt 9, 35).
Qué hermoso saber que Jesús no se escandaliza de nuestro cansancio, de nuestro agotamiento.
No es que nos mires, Señor, cansados y nos digas: “no sea flojo, debería estar arrayando y usted ahí cansado, debería ser más fuerte”. No, Señor, Tú nos miras, nos entiendes y te das cuenta de que somos tus amigos, somos tus hijos y estamos cansados, estamos agotados después de una jornada durísima, después de un semestre fuerte, intenso, después de un año de trabajo.
Jesús, ven y mira mi cansancio, mira mi agotamiento, mira mis esfuerzos y mi energía reducida a un límite. Nos sentimos un poco extenuados y hay veces, Señor, también perdemos la motivación, estamos desmotivados y también en el aspecto espiritual.
A muchos nos puede pasar, Señor, que perdemos como el punch, perdemos como el impulso, la motivación de tratarte, de rezar, de esforzarnos en la vida espiritual, porque no sentimos nada. Hay veces se deja de sentir cosas o se deja de tener el entusiasmo por las cosas espirituales y eso también puede ser cansancio, Señor, nos podemos cansar también del aspecto espiritual.
¿Y qué hacemos? ¿Tú cómo nos miras en ese momento? ¿Nos tienes paciencia? ¿Nos tienes cariño? ¿Esperas un momento que recuperemos también las fuerzas? ¿Se pueden recuperar las fuerzas en el aspecto espiritual? Vamos a rezarlo, vamos a pensarlo.
Jesús nos mira, eso es lo importante, nos comprende y nos acompaña.
Pero también hay que decirlo, vienen las vacaciones. Ahorita viene un tiempo de vacaciones, seguramente muchos podrán tomarlas, otros no. Vamos a apoyar a los que no con nuestra oración.
Puede ser un momento para recuperar también las fuerzas del alma, para poner orden interior, para reencontrar a Jesús, para darnos cuenta de lo esencial. Lo habíamos meditado hace ocho días.
AQUÍ ESTOY
Bueno, después ¿qué sigue en el evangelio de la misa de hoy? Porque el evangelio siempre es la mejor herramienta para hacer oración, para hablar contigo, Señor.
Después de que te das cuenta del agotamiento, del cansancio e, incluso, te das cuenta de que algunos andan como ovejas sin pastor, dices algo sorprendente (porque nos lo muestras hoy el Evangelio):
«La mies es mucha y los trabajadores son pocos; rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies»
(Mt 9, 37-38).
Es decir, la respuesta al cansancio del mundo no es: ¡Ah, bueno, nos rendimos! Ahora a descansar, ¡no! ¿La respuesta de Jesús cuál es? Rezar, rezar para que haya personas que estén dispuestas a entregarse. Rezar para que haya personas dispuestas a estar cansadas, a darse, a donarse.
Bonita reacción, también al cansancio. Te compadeces del cansancio, ves que estamos como oveja sin pastor y luego dices: venga, vamos a rezar para que vengan obreros y trabajen en la mies. Trabajadores que puedan cansarse, que puedan fatigarse, que puedan poner todo su empeño.
El Señor sueña con personas que puedan decirle: “Sí Señor, si me quieres para algo grande, aquí estoy”. Jóvenes con vitalidad, con fuerza, con ilusión.

Vamos a pedirle hoy al Señor vocaciones. Hoy el evangelio pide vocaciones. Que haya jóvenes, que haya muchas personas, muchas almas capaces de gastar la vida en algo grande, no en cosas pequeñas; que haya corazones dispuestos a dejar que Dios haga su obra en ellas.
Como decía el Papa León a los jóvenes en Tor Vergata, en el encuentro del Jubileo de los jóvenes, ahí en Roma:
“Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos. Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio en ustedes mismos y a su alrededor”.
¡Qué bonito! Vamos a unirnos a esa oración del Papa por los jóvenes.
BÁLSAMO PARA EL ALMA
Señor, luego el evangelio dice que llamas a los Doce y les das autoridad para que expulsen espíritus inmundos y curen enfermedades. Y esto en la vida de la Iglesia significa sobre todo los sacramentos: perdonar los pecados, sanar el corazón, alimentar con la Eucaristía, acompañar, levantar, iluminar.
¡Cuántas veces un sacramento ha sido una verdadera alegría y un bálsamo para el alma! Por eso Jesús hoy nos dice también que roguemos por vocaciones sacerdotales.
Hoy vamos a pedir por las vocaciones sacerdotales porque las necesitamos. Necesitamos sacerdotes que puedan curar el corazón humano, que puedan perdonar los pecados; no ellos, lógicamente, pero sí con su ministerio sacerdotal, siendo otros Cristos, pueden administrar los sacramentos.
Pues Señor, más vocaciones sacerdotales. Pedirte que tengamos más sacerdotes jóvenes, entregados, fieles, deportistas, que quieran hacer oración, que quieran estar en la calle cerca de la gente.
Y finalmente en el evangelio Jesús envía, dice:
«Id a las ovejas descarriadas… proclamad que ha llegado el Reino… Gratis habéis recibido, dad gratis»
(Mt 10, 5-8).
Este quizás sea el mensaje más bonito para iniciar las vacaciones: no encerrarnos en nosotros mismos, no apagarnos, no desconectarnos de Ti, Jesús; llevarte con nosotros, yo te quiero llevar conmigo, Señor, en estas vacaciones; llevar tu alegría, llevar tu luz.

En estas vacaciones muchos nos encontraremos con amigos, con familiares, con gente que hay veces no vemos hace rato y seguramente los veremos cansados, algunos estarán alejados de Ti. ¡Pues eso! A trabajar por la mies en lo pequeño con una palabra amable, con un rato de oración, con una ayuda sencilla, con el buen ejemplo.
Gratis has recibido tanto… pues dadlo gratis; regálalo, dónalo, entrégalo. Señor, Tú me has acompañado en este semestre, ahora envíame que yo pueda ir a continuar con tu misión ahorita en vacaciones, a aliviar, a animar, a acercar.
En este final de semestre y comienzo de vacaciones, míranos con esa compasión que nos levanta Jesús, llena nuestro cansancio de sentido. Te pedimos por las vocaciones de muchos jóvenes, vocaciones generosas; también sacerdotes santos, corazones jóvenes dispuestos a entregarse por Ti.
Danos la gracia, Señor, de ser instrumentos tuyos; de llevar tu luz a quienes no la tienen, a quienes están desgastados o lejos de Ti. Que estas vacaciones sean un tiempo para volver a Ti, para llevar tu presencia allí donde Tú nos envíes.
LA FE DE MARÍA
Quiero terminar este rato de oración con una canción (hace rato no cantaba), que acabo de escuchar en la misa.
Hace muy poquito celebré la misa y al final cantaron «La fe de María». Vamos a pensar en nuestra Madre, la Virgen María, pensar cómo siendo muy niña, adolescente, le dijo a Jesús que sí. Vamos a pedirle a ella que nosotros también sepamos decirle que sí.
La canción más o menos dice así:
“¿Qué hubiese pasado si ella hubiese dicho que no,
oh ignorado, oh dilatado el anuncio de tu ángel de amor.
Y en cambio creyó en tu Palabra y se hizo tu esclava en un acto perfecto y de fe,
y hoy, quiero ser como ella y amarte, aunque duelan las espinas y el camino de la Cruz.
Dame la fe, Señor, la fe de María, para decirte sí, un sí, un sí sin medidas.
Dame la fe, Señor, la fe de María para renunciar a mí y entregarte mi vida”.




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