Del comportamiento de una persona pueden depender miles de almas. Así ha sucedido con muchos santos y con otros que no lo han sido en absoluto. Podemos hablar hoy de san Josemaría, del que celebramos su canonización el 6 de octubre de 2002.
Como también otros santos como, por ejemplo, santa Teresa de Jesús o san Juan Pablo II. Ya que, por lo que hicieron en esta tierra estos santos por sus vidas, muchas otras personas se han ido al cielo y hoy mismo se siguen yendo muchas más.
También podríamos hablar de Herodes, Nerón o Hitler, también por ellos, por sus vidas, muchos se equivocaron en su camino.
Dios quiere que todos los hombres se salven, y para eso pone todos los medios que tiene a su alcance. Uno de esos medios es la vida de las personas. El Señor tiene como prisa a veces, se presenta de golpe, sin muchos rodeos, y una vez que aparece se queda a la espera para recibir una respuesta nuestra y poder así actuar.
Su puesta en escena en la vida de las personas la hace de muchas maneras. A veces, con palabras. Algunas meditaciones de Hablar con Jesús deben haber resonado más que otras.
Pero el Señor habla a través de algunas más o a una persona le dice y a otra persona se lo hace con otra meditación. También en nuestra vida, en el día a día es un hecho o una casualidad, incluso una coincidencia, que el Señor nos ayuda a hablar o nos pone sus palabras en nuestro corazón. Nos hace que resuenen dentro de nosotros.
Por eso, Él tiene como una llave distinta para entrar en la vida de cada uno. Tiene un password personal, por así decirlo, para entrar en el alma de cada persona.
SOMOS HIJOS DE DIOS
A san Pablo, el apóstol, el Señor le sorprendió con un golpe de efecto, con un fogonazo. En ese camino a Damasco cayó al suelo y se vio como atrapado por Jesús, al que perseguía.
El apóstol, respondió a su llamada, lo dejó hacer en su vida. Gracias a eso, los gentiles -nosotros, que no somos judíos, somos gentiles en ese sentido- fuimos recibidos en el nuevo pueblo de Israel, que es la Iglesia.
En el evangelio de hoy encontramos otro ejemplo de la manera de actuar que tiene Dios. San Pedro estaba con sus compañeros de trabajo en la orilla, sentados, remendando las redes, como hacemos nosotros ahora: también remendando redes o arreglando nuestra oración.
Ahora que estamos hablando con Jesús, estamos intentando arreglar nuestra fuerza apostólica. Estamos intentando ser mejores cristianos, trabajando, igual que los apóstoles estaban trabajando en sus redes.
Nos podemos imaginar la cara de asombro de san Pedro cuando Jesús se sube a su barca sin pedirle permiso. Eso lo vemos en el Evangelio de san Lucas y el Señor le pide que se separe de la orilla, que muevan un poco la barca, para poder predicar desde ahí. En esta ocasión, Pedro obedece y aquel día Jesús pudo predicar a muchos.
Esta es la manera de actuar que tiene Dios y que la ha empleado desde siempre: se presenta, le dice algo al hombre y luego espera a que le hagas caso.
En esto juega un papel importantísimo el Espíritu Santo. Él nos dice lo que debemos hacer en cada momento. Nos pide que nos comportemos con Dios, Padre, como hijos; es lo que más nos conviene, porque lo somos.
Como los hijos le hacen caso a Dios, nosotros también tenemos que hacerle caso a Él, como se lee en la segunda lectura.
SAN JOSEMARÍA
Decíamos que hoy es el aniversario de la canonización de san Josemaría. Dios se presentó en su vida, también con un golpe de efecto, como el caso de san Pablo. El Señor se presentó como una sorpresa que cambió el ritmo y el rumbo de su vida.
Una mañana, en pleno invierno, vio en la calle las huellas que habían dejado en la nieve unos pies descalzos. San Josemaría se paró a examinar con curiosidad esas huellas, que no eran otra cosa que las pisadas desnudas de un fraile que había pasado por allí.
Ante esto, se ve que el Espíritu Santo fue trabajando en su alma, porque él se preguntó: Si otros hacen tantos sacrificios por Dios y por el prójimo, ¿no voy a ser yo capaz de ofrecerle algo?
Las pisadas en la nieve eran de un padre que se llamaba José Miguel, que era fraile. Tomando aquella ruta blanca, san Josemaría, jovencito, se fue buscando al carmelita, para que le diera dirección espiritual.
San Josemaría llevaba ya metida dentro esa inquietud divina. Desde ese punto, se puso a rezar más, se puso a hacer oración mental, un poco de mortificación y empezó a ir a misa y comulgar a diario.
Esto se recoge de uno de sus apuntes biográficos, decía:
“Cuando apenas era yo adolescente -decía él mismo- el Señor arrojó en mi corazón una semilla encendida en amor.
Decía con ese término que no lo usamos mucho en Latinoamérica: comencé a barruntar el Amor… Barruntar es como empezar a darse cuenta o a descubrir el amor.
(…) A darme cuenta de que el corazón me pedía algo grande y que fuese amor.
OPUS DEI
Continuaba:
Yo no sabía lo que Dios quería de mí, pero era, evidentemente, una elección. Ya vendría lo que fuera… De paso –esto lo dijo después– me daba cuenta de que no servía, y esa letanía, que no es falsa humildad, sino conocimiento propio, empezó a brotar en mí: no valgo nada, no tengo nada, no puedo nada, no soy nada, no sé nada.”
Ahí tienes a san Josemaría, que le dejó hacer a Dios, que se le pegó a Él. Y, de hecho, decide ser sacerdote para facilitarle las cosas a Dios, para que le diera lo que quisiera de él.
Por eso, años más tarde, el 2 de octubre de 1928 fundó su obra: el Opus Dei. Dios se sirvió de su vida para hacerse presente en la vida de otros.
Por ejemplo, en 1930, apenas dos años después, Isidoro Zorzano, joven ingeniero, viajaba de Málaga a Madrid. Paseaba por la calle Nicacio Gallego para hacer tiempo hasta la salida del tren, que le iba a llevar a Logroño, pasaría unos días de vacaciones.
San Josemaría, que había sido compañero suyo en el colegio, vuelve a casa por un recorrido que no era su recorrido habitual. Y cuando gira en una esquina se encuentra con Isidoro. Se ponen a hablar, Isidoro Zorzano le cuenta sus inquietudes espirituales y san Josemaría le habla del Opus Dei. Isidoro respondió a la llamada de Dios.
Me contaba un sacerdote que, esta semana, les explicaba a unas niñas de primaria, esta manera que tiene Dios de actuar; que había visto anteriormente los dibujos titulados Huellas en la nieve, contando este episodio de la vida de san Josemaría.
Antes de terminar esa plática, al cura se le ocurrió preguntarles: ¿cómo podríamos titular esta plática? Una niña, con mucho acierto dijo: “Dios y sus cosas”.
La Virgen tiene una historia maravillosa también. Comenzó todo con una buena puesta en escena, nada más que con un Arcángel.
Antes de terminar, quería decirles que vamos a dejar en la página web de hablarconjesus.com un documental sobre la canonización de san Josemaría. A mí me ha encantado y seguramente, a muchos que quieran hacer más rato de oración, les puede venir bien para dar gracias a Dios en este día.