“Una antiquísima tradición nos ha conservado los nombres de los padres de santa María, que fueron, «dentro de su tiempo y de sus circunstancias históricas concretas, un eslabón precioso del proyecto de salvación de la humanidad».
Hoy, en la fiesta de san Joaquín y santa Ana, vamos a hacer este rato de oración, de hablar con Jesús para agradecerle por sus abuelitos, porque a través de ellos nos ha llegado la bendición que un día prometió Dios a Abraham y a su descendencia, pues a través de su Hija recibimos al Salvador.
Un Padre de la Iglesia, que se llama san Juan Damasceno, afirma que los conocemos por sus frutos: la Virgen María es el gran fruto que dieron a la humanidad Joaquín y Ana.
Ana la concibió purísima e inmaculada en su seno. ¡Oh bellísima niña, sumamente amable! -dice san Juan Damsceno- ¡Oh, hija de Adán y madre de Dios! ¡Bienaventuradas las entrañas y el vientre de los que saliste! ¡Bienaventurados los brazos que te llevaron, los labios que tuvieron el privilegio de besarte!
Sí, porque San Joaquín y Santa Ana tuvieron la inmensa suerte de haber podido cuidar y tener en su hogar a la madre de Dios.
¿Cómo habrá sido la Virgen de niña? Ahora que trabajo en un colegio de niñas, veo cuántas son súper delicaditas cuando son más pequeñitas… Cuando crecen es un poco distinto, pero hay algunas que se les nota la bondad.
¡Cuántas gracias derramaría el Señor sobre ellos! Santa Teresa de Jesús -otra gran santa del siglo XVI- solía poner los monasterios que fundaba bajo la protección de san José, pero también de Santa Ana, argumentaba: «La misericordia de Dios es tan grande que no dejará por nada de favorecer la casa de su gloriosa abuela». Jesús, por vía materna, desciende directamente de estos santos esposos que hoy celebramos.
SANTIDAD EN NUESTROS HOGARES
A los padres de Nuestra Señora podemos encomendarles nuestras necesidades, especialmente esas que se refieren a la santidad de los hogares. Dentro de la misa, después de que rezamos el Gloria o Señor ten piedad, si es o no es fiesta, se reza una oración que es la Oración Colecta.
Se llama colecta, porque acoge o recoge todas las intenciones de esa Misa y la pone normalmente el sacerdote, dice: Oremos. Y, hoy día, esa oración colecta dice lo siguiente:
Señor, Dios de nuestros padres, Tú que concediste a San Joaquín y a Santa Ana la gracia de traer a este mundo a la Madre de tu Hijo, concédenos por la plegaria de estos santos, la salvación que has prometido a tu pueblo.
Y eso es lo que le vamos a pedir en la misa.
Ayúdanos, por su intercesión, a cuidar de aquellos que especialmente has puesto a nuestro cuidado. Enséñanos a crear a nuestro alrededor un clima humano y sobrenatural en el que sea más fácil encontrarte a Ti, nuestro fin último y nuestro tesoro.
El Papa Juan Pablo II enseña que San Joaquín y Santa Ana son «una fuente constante de inspiración en la vida cotidiana, en la vida familiar y social». Y nos llamaba la atención, para transmitir también, mutuamente, de generación en generación, junto con la oración todo el patrimonio de la vida cristiana.
JORNADA DE LOS ABUELITOS
El Papa Francisco, hace relativamente poco, quiso que el fin de semana de la fiesta de san Joaquín y santa Ana, o sea, este domingo, también sea la Jornada de los Abuelos.
En muchos países, en este año jubilar, se celebra ese jubileo, el Jubileo de los Abuelos. Aquí, por ejemplo, en Guayaquil, en la Catedral tendremos esa fiesta, con una misa con el Cardenal. La Catedral ha previsto una serie de eventos, porque son los abuelos los festejados.
Los abuelos llevan este encargo especialmente importante de transmitir la fe a sus nietos y a sus hijos, que, tal vez, cuando pasan por épocas de su vida, se ponen un poco más complicados, se vuelven distantes, pero después vuelven con fuerza.
Porque lo que se ha sembrado, siempre tiene que tener algún fruto. Si son chicos buenos tendrá algún fruto, aunque se demore en salir.
Vamos a pedirles a san Joaquín y a santa Ana que recen y que intercedan ante Dios por nuestra familia, para que ellos tengan esa cercanía, primero con su Hija, santa María, y después con su nieto, con Jesús.
Yo me imagino que santa María recordaría el hogar de sus padres cuando llegó el momento de formar el suyo, donde nacería Jesús. De santa María, Jesús, a su vez, aprendería las formas de hablar, los dichos populares, que estarían llenos de sabiduría, aprendería a leer… Todas esas cosas las emplearía luego en su predicación.
De sus labios maternales -de María- Jesús oiría con inmensa piedad aquellas primeras oraciones que los hebreos enseñan a sus hijos en cuanto comienzan a pronunciar las primeras palabras. ¡Qué buena maestra sería la Virgen! ¡Con cuánta ternura manifestaría la riqueza de su alma llena de gracia!
TRANSMITIR LA FE
Es muy probable que nosotros también hayamos recibido el incomparable don de la fe y costumbres desde muchos ascendientes que las han ido conservando y transmitiendo como un tesoro. A la vez, tenemos el grato deber de conservar ese patrimonio para las siguientes generaciones.
Yo recuerdo siempre a una de mis abuelas, a la que decíamos la Abuela Negra, que era especialmente piadosa, rezaba todos los días del Rosario, le gustaban los libros de lectura espiritual de algunas cosas un poco más complicadas y profundas.
Luego recuerdo la piedad de mi otra abuela, que tal vez no la vi cuando era muy joven, pero después, por supuesto, cuando me hice cura era mi fan número uno. Y que, por supuesto, estaba también muy cerca del Señor, y eso les transmitió también a mis otros primos.
¡Qué importante es la figura del abuelo! Porque nos ayuda a rezar en familia, a transmitir los valores, las tradiciones, las cosas que nos conectan también más con Dios.
Por eso, ahora, cuando los ataques contra la familia parecen arreciar, hemos de guardar con fortaleza ese patrimonio recibido que también hemos procurado enriquecer con el ejercicio de las virtudes humanas y con nuestra propia fe, cada uno.
Hemos de hacer presente a Dios en el hogar también con esas costumbres cristianas de siempre: la bendición de la mesa, rezar con los hijos más pequeños las oraciones de la noche… leer con los mayores algún versículo del Evangelio, rezar por los difuntos alguna oración breve, por las intenciones de la familia, rezar por el Papa…. asistir juntos los domingos a la Santa Misa…
REZAR EN FAMILIA
Y el Santo Rosario, esa oración que los Pontífices tanto han recomendado que se rece en familia.
Alguna vez se puede rezar durante un viaje, o en un momento en el que acomoda mejor al horario familiar… No es necesario que sean numerosas estas prácticas en familia, pero sería poco natural que no se realizará ninguna en un hogar en el que todos o casi todos se profesan creyentes.
Se ha dicho que a los padres que saben rezar con sus hijos les resulta más fácil encontrar el camino que lleva hasta su corazón. Y estos jamás olvidan las ayudas de sus padres para rezar, para acudir a la Virgen en todas las situaciones. ¡Cómo agradecemos nosotros las oraciones que nos enseñaron de pequeños. las formas prácticas de tratar a Jesús Sacramentado…! Es, sin duda, la mejor herencia que recibimos.” (Francisco Fernández Carvajal, Hablar con Dios).
Estas son las cosas que hoy acudimos a san Joaquín y a santa Ana, pidiéndoles por cada una de nuestras familias. Que aprendamos a venerar también de cierta forma a nuestros abuelos. Porque ellos han sido parte, en la mayor cantidad de casos, de la transmisión de la fe.
Y si eres abuelo o abuela, siéntete en ese compromiso, de que tienes un gran trabajo que hacer, pero tienes a unos aliados geniales: a los papás de la Virgen María.
Muy buena la meditaciôn
Muy buena la meditaciôn