María sigue con nosotros, así que tenemos que continuar a su lado. Ella es nuestra intercesora, es quien puede llevarnos hasta su Hijo mejor que nadie.
Dios escogió a María para que fuera la madre de Jesús y Jesús nos dio a María como nuestra Madre en la cruz: “Ahí tienes a tu madre”. (Jn.19,27) Lo que Jesús nos dijo a todos es que María también es nuestra madre, la Madre espiritual, la Madre de todos nosotros. Por lo tanto, tenemos que saludarla y estar siempre atentos con ella. Todos los días como lo hacemos con nuestra madre biológica.
En este mes de mayo (el viernes 23) participé, por primera vez, en una bella experiencia; nuestro presbítero nos invitó a que realizáramos un Rosario Viviente afuera de nuestra parroquia. Fue hermoso, se respiraba paz, entrega y un ambiente religioso.
Voces femeninas
La combinación de voces femeninas y masculinas que rezaban cada uno un Avemaría. La oscuridad interrumpida por las luces que portaban las cincuenta y cinco (55) personas, además, el sacerdote y los feligreses crearon un ambiente en el cual se sentía la presencia del Espíritu Santo. Mientras, esperaba mi turno para comunicarme con Dios escuchaba a los integrantes y me decía: “Qué feliz se siente nuestra Madre María al recibir cada rosa que le entregamos al saludarla. “Dios te salve María, llena eres de gracia…”
Nuestra devoción a María debe ser constante, san Luis María Grignion de Montfort en su libro Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María y el secreto de María nos presenta cinco (5) maneras de practicarlas:
La devoción interior
Él nos dice que la verdadera devoción es interior, que procede del Espíritu y del corazón, de la estima e idea que tengamos de ella y del amor que declaremos públicamente. Esta veneración deberá ser tenaz, perseverante y con mucha fe.
La devoción tierna
Significa la confianza que debemos dispensar a nuestra Madre María. Esa confianza, y ternura semejante a la del niño por su madre es la que va a hacer que nos atrevamos a acudir a ella en todas nuestras necesidades materiales y espirituales y nos va a permitir que supliquemos en todo tiempo, lugar y circunstancia:
“Madre mía, Virgen María, en las dudas, para que te esclarezca.
En los extravíos, para que te convierta al buen camino.
En las tentaciones para que te sostenga.
En las debilidades para que te fortalezca.
En los desalientos, para que te reanime.
En los escrúpulos, para que te libre de ellos.
En las cruces, afanes y contratiempos de la vida, para que te consuele.
Y finalmente, en todas las dificultades materiales y espirituales.
María es la persona a quien acudes siempre, sin temor de importunar a tu bondadosa Madre ni desagradar a Jesucristo”.
Devoción santa
Esta devoción a María -nuestra Madre- es santa porque nos lleva a evitar el pecado y a imitar sus virtudes, su fe viva, su obediencia ciega, su oración continua, su pureza divina, su caridad ardiente, su paciencia heroica, su dulzura angelical, su sabiduría divina, su mortificación universal y en particular, su humildad profunda. Con estas diez virtudes de la Santísima Virgen, Montfort quiso realzar la entrega y colaboración a “la salvación humana por la fe y la obediencia” y no como “instrumento meramente pasivo” (Lumen Gentium 56).
Devoción constante
Manifiesta, el devoto de María, que la verdadera devoción a nuestra Madre María debe ser constante, ya que nos fortalece y no permite que abandonemos la práctica. Si nos convertimos en verdaderos devotos huirán de nosotros la inconstancia, la melancolía, los escrúpulos y la cobardía. Si caemos en alguna ocasión, nos levantaremos, porque: “tuvieron que soportar un duro y doloroso combate… No pierdan ahora su confianza, que lleva consigo una gran recompensa”. (Hb 10, 32-35). Ella nos ayuda a vivir de la fe a Jesús y no de los sentimientos corporales.
Devoción desinteresada
Si nuestra devoción es desinteresada, inspirará a que no nos busquemos, sino buscar solo a Dios en su Santísima Madre. No debemos buscarla por beneficio propio o interés. “¡Ah! ¡Cuán agradable y precioso es delante de Dios y de su Santísima Madre el devoto de María que no se busca a sí mismo en los servicios que le presta! Pero qué pocos hay así” (SM).
Al culminar el Santo de Montfort señala: “¡Oh! ¡qué bien pagado quedaría mi esfuerzo, si este humilde escrito cae en manos de una persona bien dispuesta, nacida de Dios y de María, lo descubra e inspire, por gracia del Espíritu Santo”. Y “no de la sangre ni de la carne ni de la carne ni de la voluntad de varón<”, (Jn 1, 13).
El concilio Vaticano II (LG 66) habla de las diversas formas de devoción aprobadas por la Iglesia. Y el Papa Pablo VI insistió, una y otra vez, en (las diversas prácticas de piedad mariana a partir de la liturgia (Marialis Cultus. Exhortación apostólica sobre el Culto a María Pablo VI).
Aquí se presentan algunas prácticas exteriores que puedes escoger para dar inicio a la devoción (o agregar a las que ya practicas) a nuestra Madre María:
- Inscribirte en alguna hermandad y entrar en las congregaciones marianas.
- Publicar sus alabanzas.
- Hacer en su obsequio limosna o ayunos.
- Rezar atenta, devota y modestamente el santo Rosario.
- Rezar la coronilla de la Santísima Virgen.
- El Oficio de Santa María Virgen, que consiste en un ciclo de salmos, himnos, escrituras y lecturas dedicadas a la Virgen.
- Organizar procesiones, dar testimonio.
- Consagrarse a ella en forma especial.
Existen muchas otras formas de verdadera devoción a nuestra Madre María. ¿Practicas alguna? Si no es así, escoge una o dos o todas y empieza esa devoción por nuestra Madre, que te ayudará a crear una sólida y perfecta devoción con nuestro Señor Jesucristo.
La veneración a nuestra Madre María, no puede ni debe ser teórica, ella se demuestra con manifestaciones de amor; hacer bien al prójimo, visitar a los que dudan, mostrar fe en los mínimos detalles, una entrega total (no a medias), fidelidad, una veneración de hijo a madre con respeto como nos enseñó nuestro hermano Jesús.
Que nuestro Señor Jesucristo, por intercesión de nuestra madre María, nos bendiga siempre.
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