Leer la Biblia no es solo un ejercicio intelectual, es sobre todo un encuentro con Dios que se revela y nos habla hoy, de manera viva y personal.
El Concilio Vaticano II nos recuerda que “en las Sagradas Escrituras, el Padre que está en los cielos viene amorosamente al encuentro de sus hijos y conversa con ellos” (Dei Verbum, 21). Es decir, cada vez que abrimos la Biblia, entramos en diálogo con el mismo Señor.
El Antiguo Testamento: la promesa y la esperanza
Antes de llegar a los evangelios, la Biblia nos conduce por el camino del Antiguo Testamento, donde Dios va revelándose poco a poco a su pueblo. Allí encontramos la creación, la alianza con Abraham, la liberación de Israel, la voz de los profetas y la oración de los salmos.
El Antiguo Testamento es escuela de fe y paciencia, porque nos enseña cómo Dios prepara el corazón humano para la venida de su Hijo. Cada página es promesa y esperanza, anuncio del Mesías que habría de llegar.
Los evangelistas: cuatro rostros de un mismo Evangelio
En el Nuevo Testamento, los cuatro evangelistas, inspirados por el Espíritu Santo, nos presentan a Jesús desde perspectivas únicas:
- San Mateo: Muestra a Jesús como el Mesías esperado y cumplimiento de las promesas. Su evangelio resalta el Reino de los cielos y la enseñanza moral de Cristo.
- San Marcos: Es el más breve y directo, casi como una crónica de acción. Presenta a Jesús como el Siervo sufriente y poderoso, ideal para quienes se acercan por primera vez a la Palabra.
- San Lucas: Con estilo narrativo y lleno de ternura, resalta la misericordia de Jesús, su amor por los pobres y marginados, y nos regala parábolas inolvidables como el Buen Samaritano y el Hijo Pródigo.
- San Juan: Profundo y contemplativo, nos invita a entrar en el misterio de Cristo, el Verbo hecho carne. Su evangelio es una puerta a la intimidad con Jesús.
Cada evangelio es un rostro del mismo Cristo; juntos nos ofrecen una imagen completa y viva de nuestro Señor.
Consejos para hacer de la lectura bíblica un hábito
- Dedica un tiempo fijo cada día: aunque sean cinco minutos, la constancia transforma.
- Ora antes de leer: invoca al Espíritu Santo para que la Palabra toque tu corazón.
- Empieza por los evangelios: Marcos o Lucas son ideales para principiantes.
- Subraya y toma notas: escribe las frases que más te hablen, guárdalas en el corazón.
- Pon en práctica lo que leas: la Biblia no es teoría, es vida. Pregúntate: ¿qué me dice hoy el Señor?
La Biblia y tu vida espiritual
Leer la Biblia es abrirle la puerta a Dios en nuestro día a día. En el Antiguo Testamento descubrimos la promesa, y en los evangelios vemos su cumplimiento en Cristo. La Palabra entera es un puente de amor entre Dios y nosotros.
Por eso, si ya escuchas las meditaciones de la iniciativa Hablar con Jesús, la lectura diaria de la Biblia será el complemento perfecto: la oración se nutre de la Palabra, y la Palabra se hace vida en la oración.
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