Al igual que tantos otros, lo puedo sentir. Saboreo la grata experiencia de comparar mi vida pasada con la presente, una vida muy distinta; y siento calma, felicidad, lo siento no solo a Él sino a todos nuestros amigos del Cielo. Su presencia es un regalo y se lo debemos a Dios, eso y todo.
Ahora, por fin, encuentro el sentido. Las cosas feas del mundo ya no me lastiman, a veces duelen un poco y aunque en cualquier momento aparecen, con la gracia de Dios tengo la sabiduría para transformar todo en bien.
INTENTA SENTIRLO
Siento satisfacción en las necesidades, en las enfermedades, en los desaciertos, en medio de las cosas que parecen estar mal. No es la satisfacción del masoquista ni la del mediocre, sino aquella que acompaña lo puro, lo que da serenidad y paz, y con ello la certeza de sentirse amado.
Cuando uno toma conciencia de ese sentimiento tiene la fuerza para levantarse, para seguir con mejor actitud y poniendo una buena cara a cualquier dificultad, sabiendo que solo son momentos, que nada es estático y todo pasa.
Alguien que se sabe amado sabe que encontrará salida a sus preocupaciones, usando ese amor como aliento y sabiendo que no está solo. En este escrito pretendo ayudarte a ver esto. Tal vez te parezca extraño si eres nuevo en este camino, o si ya llevas un recorrido, que te sirva como aliento para seguir buscando maneras de ver más a
Jesús en lo cotidiano: en tu empresa, en tu grupo de amigos, en tu familia.
A todos los ves, los escuchas, los saludas. Si ves a Jesús en ellos, nunca dejarás de verlo ni de escucharlo. Ya lo decía el Papa Juan Pablo II: “En las Sagradas Escrituras y en las obras de misericordia que narran, Dios nuestro Padre, de la abundancia de su amor, nos habla como a sus hijos y vive entre nosotros”
Es como un juego fascinante lleno de grandes recompensas. Tal vez no te diga nada nuevo… o tal vez sí. Lo más interesante es que puedes escuchar a Jesús a solas: no tienes idea de las confidencias que se pueden compartir.
Los más escépticos nos llaman locos, pero claro: nunca han sentido la mirada de Cristo en el necesitado que te sonríe. Hay algo en sus ojos que se siente como la caricia de una madre cuando te consuela. Si solo vemos a la persona necesitada, o lo hacemos de forma mecánica, tal vez no veamos nada. Pero si lo has sentido… entonces has visto a Jesús.
Podría llenar estas líneas con experiencias personales, pero no lo haré; sería egoísta si solo yo las contara. Tú también puedes capturarlas día a día, y quizás, luego, te sientas tan amado y enamorado como yo. Loco, sí… pero de amor.
SERVIR: UN CAMINO SIN ATAJOS
Días atrás, mi mente divagaba. Buscaba recuerdos y pude ver claramente lo fácil que resulta para las personas subir y flotar impulsadas por las pasiones, por el ego, creyéndose el centro del mundo. Nos creemos capaces de pasar por encima de otros, pero lo que realmente somos capaces de hacer es cometer errores y horrores inimaginables.
Todos guardamos en el corazón hambre de altura, ganas de elevarnos. Pero hay una manera de hacerlo con sentido, sin caer rápido, permaneciendo con ese impulso que nace del alma. Ese impulso —para quienes lo conocen— se llama Espíritu Santo. No es nuestro, pero nos llega como don. Así subimos sin peligro y, lo más importante, sin sentirnos superiores.
Una de las maneras más profundas de elevar nuestro espíritu es servir. Dios se ha acercado tanto a sus criaturas que ha puesto en sus almas ese deseo. Si le dejamos actuar, seremos instrumentos útiles, de una eficacia insospechada.
Soy testigo de que no hace falta preparar algo muy elaborado en una jornada de ayuda. A veces, incluso sin un plan, las cosas salen tan perfectas que por lo menos a mí me siguen sorprendiendo. Por ejemplo, hace pocos años atrás, no hubiese pensado que era tan buena escuchando. Ahora, la gente me busca para hablar y luego de hablar se queda tranquila, las palabras acertadas simplemente me fluyen.
Pero ese deseo de servicio puede apagarse si no lo alimentamos. Vendrán batallas internas y externas, propias del pecado de origen y del personal. Vendrán… y se irán. Así es este camino. Me gusta recordar una frase que escuché en un retiro: “¡Que el diablo se moleste cuando te despiertes!”. Me hace sonreír con picardía e inocencia, como un niño en una travesura.
Esta frase nos invita a dar la batalla. A no dejarle las cosas fáciles al enemigo. A luchar contra las tentaciones, contra nuestro mal carácter, contra todo lo que cuesta cambiar, pero vale la pena abandonar. Las pruebas son para que sintamos la protección continua de Dios. Adelante, pase lo que pase: el Señor no pierde batallas. De su mano, nada nos impedirá seguir.
VUELVE A EMPEZAR
Si te alejas de Él por cualquier motivo, analiza cómo volver a comenzar. En realidad, no hace falta tanto análisis. Es simple y nace de la oración. Dios pone en tu camino a la persona correcta sin que te des cuenta. Detrás de ese hecho puede estar la oración de tu madre, de alguien que te quiere, o quizás la tuya propia. Solo pide. Dios pone los medios.
María, la Madre de Dios y también nuestra Madre, está siempre pendiente de nuestros pasos. La Sagrada Escritura dice que hasta el justo cae siete veces. No se trata de acostumbrarse a caer, ni de no caer jamás. Se trata de saber levantarse con la mirada piadosa del Padre.
“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Jesús se dejó matar y permanece preso en el Sagrario por amor. No se trata de imitarlo en todo, porque distorsionamos muchas cosas. Se trata de llevar nuestras cruces con inteligencia, eligiendo aquellas que glorifican al Señor.
Él se entregó por nosotros y nunca nos rechaza. Así que también está cuando la pasamos mal. Siempre está. Si Él no toma en cuenta nuestras faltas, nosotros también estamos llamados a tratarnos con piedad y volver a empezar las veces que sean necesarias.
ENSEÑANZA DEL PADRE EN CADA PASO
Podríamos seguir nuestras vidas sin tomarle en cuenta, pero es su gracia la que cicatriza nuestras heridas, nos permite perdonar, nos enseña a ser piadosos y nos hace conocer el verdadero amor.
Hablando con un amigo me decía: “Ya nadie se casa, todos se divorcian, ya nadie quiere tener hijos”. Y sí: basta con ver cómo muchos llevan su día a día, vacíos, creyéndose autosuficientes, sin guía, sin luz. ¿Dices que eres feliz solo? Prueba abandonándote al único ser que no te traicionará: conocerás la felicidad verdadera. Esa que nunca se va.
En la Tierra se van los amores, se van los amigos. Imagina una vida realmente solo. Es triste y vacía.
Jesucristo ha venido a salvarnos a todos y nos ha invitado a ser parte de su obra redentora y a amarnos los unos a los otros. Solo imitando los modos divinos lo lograremos. Por eso, al obedecer estamos siguiendo su mandato y pareciéndonos mucho más a Él. En la vida terrena tenemos ejemplos de hombres y mujeres que son nuestra inspiración, pero sus vidas dejan marcas únicamente en este mundo. Si queremos trascender hay que imitar a alguien que no es de este mundo para que cuando lleguemos a nuestro lugar de origen nos sintamos verdaderamente en casa.
Empecemos por amar a los más cercanos, incluso si nos traicionan o nos dan la espalda. Pasemos por alto sus rasgos negativos de carácter —mientras no sean ofensas a Dios— y veamos todo con Sus ojos: ojos de bondad. A veces solo basta tener presente el amor que nos une a aquella persona que queremos, eso facilita bastante las cosas. En mi caso, yo trataba de encontrar la lógica a todo comportamiento, a cada movimiento de la gente. Pero ese proceder, esa manía, simplemente me llevaba a agotarme y a agotar a quien estaba a mi lado. Ahora ya logro observar y aceptar lo que no entiendo, solo veo a esa persona como a un ser humano diferente a mi, un ser humano a quien quiero.
ALÉJATE DEL RUIDO
Imagina una vida sin conocer a tu creador. Una vida sin dirección, sin consuelo en la necesidad, sumida en el desorden. Te dejarías llevar por impulsos y bajas pasiones, sin decisiones ni criterios propios. Sería un caos total, un ruido constante y molesto.
Así es la vida sin buscar a Jesús a diario. Se dice que el enemigo siembra ruido en nuestras mentes. Debemos ser conscientes de esto y no permitirlo. Habla con Jesús, escúchale. Pídele que viva en ti y que sientas su presencia. Rodéate de personas que lo aman y oran.
Notarás caridad y misericordia, imperfectas pero sinceras. No somos recetas estáticas ni fórmulas de perfume. Somos humanos, con luchas y fallas. La perfección es sublime, un inicio, no un final. Quien ama busca mejorar a diario, con humildad.
Siempre habrá críticos que duden de nuestra fe y actos. Juzgan nuestras fallas y vinculan el mal comportamiento con lo divino. Dicen: «Vas a misa y sigues actuando mal». Pero el comportamiento humano no se compara con lo divino. Sin Dios, sería peor. He sufrido críticas y he lastimado a otros sin querer, por cansancio o dolor. Pero veo a Jesús en el arrepentimiento y el deseo de recomenzar.
En momentos difíciles, podemos causar o ser víctimas de malos ratos. El reto es dejar pasar la mala actitud y dar ejemplo de sabiduría. Un día podemos ser nosotros, otro día, otros. ¿A quién no le gusta ser tratado con misericordia? No encontraremos justicia total ni felicidad absoluta en este mundo. Pero podemos vivir en paz, siendo buenos, justos, prudentes y llenos de caridad.
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