Interesada en aportar mi valiosa experiencia de educadora me motivé a entrevistar a nuestro joven sacerdote de la Iglesia Santa María de Guadalupe, Justo Narciso Rivas para incentivar con su aporte a la misión pastoral el interés por la entrega a los demás.
Padre, Justo, ¿Qué lo impulsó a ser sacerdote?
Definitivamente fue el amor a Dios, ese es un amor que arde dentro del alma y una vez que se instala, no lo puede uno apagar. Yo siempre quise hacer cosas diferentes, distinguirme por no ser común y Dios me propuso amar de manera diferente.
¿Cuándo empieza a manifestarse esa inquietud por abrazar la vida religiosa?
Desde mis quince años sigo a Jesucristo. Él le dio sentido a mi existencia, me salvó del sin sentido y del pecado. A mí nunca me pasó por la mente ser sacerdote, cuando conocí al Señor, siempre quise casarme y tener una familia misionera.
Dos sacerdotes me comentaron que veían vocación sacerdotal en mí, pero no les hice caso. En aquella época estaba enamorado y muy enamorado, amaba mucho a aquella chica. Un buen día, ella me comentó que estaba preocupada, porque su mamá le dijo: “qué harías si Justo se hace sacerdote”. Yo, un poco molesto, le aseguré que eso no me pasaba por la mente; acto seguido le propuse ir al Encuentro de Renovación Juvenil en Chitré, allí entregar nuestro noviazgo en manos del Señor y a nuestro regreso pedir su mano. Ella no pudo ir.
Un sábado, 22 de enero de 2005, durante la Hora Santa en ese Encuentro, un joven dio su testimonio, estaba comprometido en matrimonio y el Señor lo llamó al sacerdocio. Yo, inmediatamente, le puse atención.
Contaba él: “Al regresar de una peregrinación, donde sentí el llamado a la vida sacerdotal, llegué al aeropuerto y me esperaba mi prometida con un ramo de flores en la mano; al verla le di un beso en la frente y le dije: “he sentido el llamado a la vida sacerdotal y quiero descubrir qué es esto”, ella me entregó el ramo de flores, se quitó el anillo, me lo dio y dijo: “contra Dios, no voy a luchar”.
En ese momento, pasaron por mi mente aquellos dos sacerdotes, la mamá de mi exnovia y ella. Yo lloraba pues ardía en mi corazón un amor muy grande que me impulsaba a entregarme a Dios. La propuesta del sacerdocio era frontal y directa.
Me identifiqué con la historia, era conmigo. No podía callar a Dios proponiéndome esta aventura. Lloraba porque sabía lo que eso acarreaba: dejar el amor de mi vida hasta ese momento.
Me peleé con Dios, “¿por qué ahora que tengo todo lo que te pedí en oración?” Pero sentía paz, algo difícil de describir, algo que tienes que vivirlo para poder decir que a pesar de que era una difícil decisión, era la que más me motivaba.
¿La vocación hacia el sacerdocio nace o se hace?
Ambas. Bíblicamente hablando, antes de que yo naciera ya Dios me había elegido. (Jeremías 1,5), pero Dios no obliga a nadie a responder. Él es un caballero, siempre propone. Nunca obliga.
A Saúl lo eligió para ser rey y Saúl no respondió con honor, a Elí lo escogió para ser sacerdote y él no fue buen líder, a Judas lo eligió para ser apóstol y éste lo traicionó.
Se nace con la vocación, pero la vocación se va haciendo con la respuesta de elegido y con la relación de amor y fidelidad a Dios y su llamada
¿Cómo se da cuenta un joven que tiene verdadera vocación para querer ser sacerdote?
Atreviéndose a responder. Dios va proponiendo cosas, retos, misiones y llamadas. Él comienza proponiendo cosas mínimas. Si el joven responde las cosas sencillas como orar, leer la Biblia, ser catequista, proclamar una lectura, si él aprende a no decirle “no” a Dios, entonces, cuando el Señor le proponga algo más, el chico tendrá un corazón dispuesto.
¿Cree que es necesario que el sacerdote hable, a través de las homilías, sobre las vocaciones religiosas?
La homilía no es lugar para hablar de las vocaciones, sino de la Palabra de Dios, del sacramento o de la celebración propuesta para el día. Sin embargo, hay ocasiones donde la Palabra de Dios, el santo del día o lo que se celebra, se presta para hablar de vocación. Aun así, el lenguaje más adecuado para hablar de la vocación no es la homilía, sino el ejemplo del sacerdote. Un clérigo fervoroso es la mejor homilía vocacional que existe.
¿Cómo motivaría a los jóvenes para que se interesaran en servir a la Iglesia?
A los jóvenes se les motiva presentando un Jesús y una Iglesia joven. No se trata de poner humo y luces, se trata de que los muchachos se sientan acogidos, amados, recibidos, acompañados y corregidos con amor. La Iglesia debe ser una casa de comunión para ellos. Esa es la puerta de entrada para presentarles a Cristo, y creerán en Él si ven en los miembros actuales de ella el gozo, la alegría, la vida, la conversión, el amor, la cercanía, la empatía y la misericordia de Dios.
¿Cómo hace un joven, simpático y galán sacerdote para librarse del asedio de algunas feligresas?
No se tiene que librar de nada porque la que libra de toda tentación es la gracia del Espíritu Santo. Por las solas fuerzas, el sacerdote jamás podrá librarse de ninguna tentación.
Por eso, la oración, la meditación de la Palabra, la caridad, la misericordia, los sacramentos bien vividos, son la fortaleza para cualquier sacerdote (incluso cualquier matrimonio) de ser fiel.
A mí Dios me ha dado una gracia especial: ni siquiera darme cuenta de las indirectas.
Hablar con Jesús agradece la cooperación del padre Justo Narciso Rivas por brindarnos sus fotos y su tiempo para esta entrevista.
Mabe Andrada en uno de sus artículos de Hablar con Jesús dijo: “rezar por los sacerdotes es una manera de devolver un poco del amor y cuidado que ellos nos brindan”. Sigamos orando por los sacerdotes.