PRIMER MÁRTIR
Ayer Navidad y hoy san Esteban, el primero de los mártires.
o Lo que el Niño trajo al mundo se aprecia tanto hasta el punto de defenderlo con la sangre y con la vida.
A veces dicen que todo mundo tiene un precio: que todos somos corrompibles.
Puede que con algunas cosas digas: “yo no haría eso ni aunque me pagaran…” Pero ¿es así…?
Me acordaba de que “Se cuenta de un periodistaamericano que, viendo cómo la Madre Teresa atendíaa un enfermo que tenía unas úlceras hediondas, le dijo manifestando su repugnancia que él no haría eso nipor un millón de dólares. A lo que ella le contestó: -No, por un millón de dólares yo tampoco lo haría” (La Madre Teresa de Calcuta, Leo Maasburg)
LO HACÍA POR JESÚS
También se me venía a la cabeza lo que se cuenta del Beato Álvaro del Portillo cuando, recién terminada la Guerra Civil Española estaba en un cursillo de Alférez provisional en un lugar aparatado. El únicolugar donde podía ir a Misa estando ahí era en una Cartuja “situada a varios kilómetros de distancia y la única posibilidad para acudir era hacerlo antes del toque de diana.
Era preciso, por tanto, madrugar considerablemente, y afrontar durante el camino el frío propio del invierno burgalés. Por si fuera poco, existía el riesgo de encontrarse con perros rabiosos o asilvestrados: por eso, en esos trayectos llevaba pistola.
Propuso a muchos aspirantes a alféreces que acudieran también a aquella Misa tempranera, y sus esfuerzos dieron fruto: «Hoy —se lee en una de sus cartas— hemos tenido que aguantar, en el camino, un buen aguacero y un ventarrón terrible; además, como salimos cuando aún es de noche y yo soy bastante patoso, me he caído una serie de veces y he vuelto lleno de agua y barro.
Se nos va uniendo gente y hoy hemos ido, a pesar de lo malo del día, cinco». Al finalizar el cursillo, le acompañaban a Misa unos treinta compañeros” (Álvaro del Portillo, JavierMedina Bayo).
ENTUSIASMO Y ALEGRÍA
Está claro ¿no? Pagaría cualquier precio por ir a Misa. Lo hacía por Jesús. Y su entusiasmo fue contagioso.
– Así que: no todo mundo tiene un precio. Es más, ahí tienes a los mártires.
Es como si dijeran: “¡sobre mi cadáver!” ¡y lo cumplen!
A veces es más bravuconada. Ahí tenemos el ejemplo de Tomás, que cuando Jesús va camino de Jerusalén dice: Vayamos también nosotros y muramos con él(Jn 11,16). O el de Pedro: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré (Mc 14,31).
Es cierto que los dos acabaron dando la vida: Pedro en Roma, Tomás en la India.
Pero Esteban fue el primero: el que cruzó la meta….
Me acordaba de uno (un chulo, un fanfarrón) que decía, en plan provocador, que tenía cayo en el pecho de tanto romper cintas de las metas que había cruzado en primer lugar.
Pero Esteban, sin proponérselo, fue el primero en cruzar la meta.
El martirio no es para todos. No creo que Dios te lo pida a ti, ni a mi…
Pero sería triste que en nuestras pequeñas, o grandes, batallas tuviéramos un precio. Que no lucháramos hasta el final.
Se me venía a la mente aquella consideración de san Josemaría: “Por defender su pureza San Francisco de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se arrojó a un zarzal, San Bernardo se zambulló en un estanque helado… —Tú, ¿qué has hecho?” (Camino 143).
CIELOS ABIERTOS
¿Qué luchas tenemos? ¿Hasta dónde llegamos? ¿Tenemos precio?
Esteban es apresado y llevado ante el Sanedrín. Da testimonio de Jesús. Pero el sumo sacerdote y todos los que estaban ahí al oír lo que decía: ardían de ira en sus corazones y rechinaban los dientes contra él. Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios, y dijo:—Miren, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios.
Entonces clamaron a voz en grito, se taparon los oídos y se lanzaron a una contra él. Lo sacaron fuera de la ciudad y lo lapidaron. Los testigos dejaron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo, y se pusieron a lapidar a Esteban, que oraba diciendo: —Señor Jesús, recibe mi espíritu.
Puesto de rodillas clamó con fuerte voz: Señor, no les tengas en cuenta este pecado.
Y con estas palabras murió (Hch 7, 54-60).
Esa es la historia de la primera sangre derramada por Ti, Jesús. La primera muerte.
Pero no deja de ser Tu misma sangre, Tu misma muerte…
Como dice aquel poeta:
“Hubo muertes hermosas en la historia
el noble gesto de Sócrates
perdurable todavía en la luz ática
bebiendo lentamente la cicuta
Esteban el primer mártir su cara de ángel
contemplando sobre las nubes la gloria de Jesucristo
esas legiones de hombres mujeres niños de Jesucristo
que Viva Cristo Rey gritaban a la muerte en su propia
MUERTE TRIUNFALES EN LA,HISTORIA
pero Cristo el leproso el amoroso
el herido de Dios el sacerdote y víctima no podía morir gritando Viva Cristo Rey Rey
él murió de la inmensa muerte oscura
la total la pavorosa muerte del hombre
la hija primogénita del pecado
el primogénito entre los muertos el redentor él no vio a Jesucristo antes de morir
él entró completamente desnudo en el gran abismo, entre el cielo y la tierra abandonado por puro amor
él murió todas las muertes desamparadas una por una,
el grito del enfermo el terror del perverso del sin Dios ni ley el tiro del suicida el tormento de la virgen asesinada
el más hermoso entre los hijos de los hombres
por amor quiso morir el horror de la muerte en sí
el morir infinito
para hacer que la muerte viera a Dios con sus propios ojos para hacer que la muerte susurraraViva Crazy Rey” (José Miguel Ibáñez Langlois, Libro de la Pasión).
El Niño recien nacido es Rey.
Por este Rey vale la pena dar la vida hasta la última gota de sangre.
Tú, ¿qué has hecho?
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