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P. CRISTIÁN

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ADVIENTO: CONFIANZA DE DIOS EN NAVIDAD

Estamos a un paso de la Navidad. En este IV domingo de Adviento la Liturgia de la Palabra nos habla de confianza en el plan de Dios. Así lo vivieron Santa María y San José cada uno a su modo. Dios no abandona a los que creen en Él, aunque deban pasar por incomprensiones y oscuridades. Nuestra alegría es amar y cumplir la Voluntad de Dios.

Estamos ya a un paso de la Navidad, en el último domingo de Adviento. Es bueno, ante la inminencia de esta gran fiesta para la Iglesia, para el mundo, para nosotros mismos preguntarnos, ya en este último momento, ¿cómo prepararnos mejor para esta nueva Navidad? Es la misma pregunta del Adviento, pero hecha justo antes de celebrar la Navidad. Ojalá siempre tengamos el corazón lleno de preguntas, pero más todavía en estos momentos tan importantes.

Las lecturas de hoy nos hablan de una espera activa. Nos muestran que Dios ya está actuando, que se acerca; que, cuando lo hace, permite que se pongan en duda nuestras seguridades humanas para que podamos confiar en Dios. Y si lo hace, es para llenarnos de mayor sentido.

Veamos ahora qué nos dice la liturgia de la palabra de este cuarto domingo de Adviento. Aparecen dos jóvenes, María y José, que son los protagonistas y que no tienen la vida totalmente resuelta, totalmente definida, porque están siempre abiertos a la voluntad de Dios. Dios quiere servirse de ellos para entrar en la historia de los hombres.

La primera lectura que leemos en la misa de hoy del profeta Isaías anuncia que en:

“Aquellos días el Señor habló Ajaz y le dijo: Pide un signo al Señor, Tu Dios, en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo. Ajaz le respondió: No lo pido, no quiero tentar al Señor. Entonces dijo Isaías: Escucha casa de David. ¿No les basta cansar a los hombres que cansan, incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, le dará un signo: Miren, la Virgen está encinta y dará y da a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel…”

(cfr. Is 7, 10-14).

DIOS QUIERE ESTAR CON NOSOTROS

Vemos cómo el texto del profeta nos habla de la confianza en Dios. Es Dios el que se adelanta; siempre se adelantará en nuestra vida. No tenemos para qué, y no es bueno, ponerlo a prueba, sino que la actitud propia del ser humano es la confianza absoluta en Dios, que siempre nos dará lo mejor.

“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel.” (Is 7, 14)

Emmanuel significa Dios con nosotros, Dios que se acerca, que no es lejano. No es un Dios de los momentos especiales o difíciles, sino que hay una presencia continua de Dios, una búsqueda continua de Dios en nuestra vida, porque Él es quien se ofrece. Siempre nos ofrece su amor, su protección, su cuidado.

A veces podemos cometer el error de pensar que Dios está solamente en algunos lugares, pero no presente en toda mi vida: en mis estudios, en mi trabajo, en las realidades familiares; que se interesa por mis problemas, que Dios desea que todo me salga bien en un mundo que es imperfecto y que lo ha hecho más imperfecto todavía el mal de los seres humanos.

La Navidad a la que nos estamos aprontando nos recuerda que Dios quiere estar con nosotros en cada segundo de nuestra vida: en lo concreto, en nuestros esfuerzos, en lo que vivimos cada día. Por de pronto, siempre en los sacramentos, en la Eucaristía, en la confesión, en el perdón de nuestros pecados. Ahí donde parece que Él no puede resolver nuestros problemas cotidianos, nuestros problemas ordinarios, frecuentes, Dios siempre nos sostiene.

LA CONFIANZA DE JOSÉ EN DIOS

 

El evangelio de hoy se centra en José, que se encuentra de lleno con el misterio. Nos dice el Evangelio de san Mateo que:

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José, y antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado… “

(Mt 1, 18-19).

Pensemos en esa gran crisis que vive José. Todo lo que había pensado, incluso desde el punto de vista de Dios, se le viene abajo, no entiende. Pero no reacciona impulsivamente, discierne en silencio, reza, busca en la oscuridad el querer de Dios aún sin entenderlo.

Entonces es cuando Dios mismo lo premia explicándole el misterio. Dice el evangelio que:

“Apenas José había tomado esa resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”

(Mt 1, 20-21)

Y le explica también el ángel a José que:

“Todo eso sucede para que se cumpla la profecía, lo que había dicho el Señor por medio del profeta: Miren, la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros. Cuando José despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.”

(Mt1, 22-24).

MARÍA CONFÍA

del rosario

Entonces podemos aprender de la confianza, podríamos decir así de la “confianza ciega”, desde el punto de vista humano a la voluntad de Dios. Ese era el camino que tenía que recorrer José y lo recorrió con lealtad: confío y actuó como Dios le había mandado. Por eso José nos enseña que la fe no es sólo una emoción, sino que es una decisión concreta, aceptada, razonada y confiada en el que querer de Dios.

Ahí comienza, de un modo renovado, a cuidar y proteger lo que Dios había puesto en sus manos. Y, como también nosotros, a través de nuestra piedad, de nuestro trato personal y delicado con Dios, a través de la oración, podemos acoger, querer y proteger también la obra de Dios en nuestra vida y en la vida de los demás.

Miremos ahora a María, la Virgen. Ella ya había dicho a Dios que sí, le había ofrecido su virginidad y la mantiene con todas las novedades que Dios Padre le propone para su vida. Esa decisión de aceptar la encarnación del Hijo de Dios, por un momento la deja expuesta a la incomprensión, al juicio de los demás, incluso al rechazo; pero ella confía sin tener todas las garantías, sabiendo que hay una sabiduría más alta, una sabiduría más grande que comprenderá cuando llegue el momento.

Podríamos decir que María confía cuando su vida se vuelve frágil, cuando no sabe cómo va a reaccionar José. Ella nos enseña algo muy profundo que la fe no es ausencia de miedo; la fe es seguir adelante a pesar de las dificultades, a pesar del miedo, porque hay una luz superior. La fe es coherencia con el querer de Dios, con su misterio, que es siempre más grande que nuestras propias perspectivas, que nuestra propia capacidad de ver.

EL SEÑOR NO NOS DEJA SOLOS

Para muchas personas, hoy también confiar en Dios da vértigo. Para los jóvenes, tomar decisiones definitivas da vértigo: el miedo a quedar mal ante las personas, a no estar a la altura, el miedo a la falta de seguridad que supone amar y entregarse para amar, el miedo a perder cosas. Pero la Virgen nos enseña que si estamos cerca de Dios, si lo estamos siguiendo, si amamos su voluntad, nunca podremos sentirnos defraudados quienes confiamos en Él.

María y José, nos muestra el evangelio de este domingo, viven realidades distintas, pero comparten una misma confianza. Comparten lo esencial. Quizá por momentos no entienden todo, no controlan la situación, no controlan completamente la vida. Sin embargo, ambos confían profundamente en Dios. Cada uno, a su manera interior, van caminando juntos hacia Belén.

Y Belén, podríamos decir, no es sólo un lugar, sino que es el punto donde se realiza la encarnación, donde el verbo de Dios se hace carne. Así podemos pensar también que, en nuestras almas, Dios quiere venir a hacerse una realidad, una verdad presente en nuestra vida. También nosotros lo podemos ver, acoger y amar.

Pidámosle a san José y a la Virgen que, superando nuestras dudas, nuestros miedos, los cambios de la vida presentes o futuros, tengamos la confianza de que, si estamos en presencia de Dios, todo nos conducirá a Jesús.

Él es el centro de la historia, Él no nos deja solos y quiere entrar en nuestra vida.


Citas Utilizadas

Is 7, 10-14; Sal 23

Rm 1, 1-7

Mt 1, 18-24

Reflexiones

Señor, auméntanos la fe. Enséñanos a confiar más en ti, a aceptar y confiar en tu voluntad. Gracias, porque nunca nos dejas solos y siempre estas con nosotros.

Predicado por:

P. CRISTIÁN

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