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P. FEDERICO

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EL AMIGO VIGILA

Jesús nos anima a estar vigilantes. No es una vigilancia que pesa, porque es esperar al Amigo.

EL AMIGO VIGILA

Habla Jesús:

«Tengan ceñidas sus cinturas y encendidas las lámparas, y estén como quienes aguardan a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga y llame. 

Dichosos aquellos siervos a los que al volver su amo los encuentre vigilando. En verdad les digo que se ceñirá la cintura, les hará sentar a la mesa y acercándose les servirá. Y si viniese en la segunda vigilia o en la tercera, y los encontrase así, dichosos ellos».

Escucho tus palabras Jesús y me sugieren muchas cosas… Antes que nada: ¡Qué bueno eres!

Porque eso de que te ciñas la cintura, me sientes a la mesa y te pongas a servirme… ¡Hasta vergüenza me da! ¡Tú, sirviéndome a mí! ¡Debería ser al revés!

Pero justo me acuerdo de Pedro en la Última Cena:

«No me lavarás los pies jamás. —Si no te lavo, no tendrás parte conmigo le respondió Jesús.

Simón Pedro le replicó: —Entonces, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza»

(Cf. Jn 13, 8-9)

Pienso en eso y ya se me pasa la vergüenza… O, al menos, me la trago.

¡Qué bueno eres!

Pero, te decía, me sugieren muchas cosas tus palabras. Y una de ellas es un poquito de miedo… 

Porque eso de estar vigilante… Eso me pone un poco tenso… Pero entiendo por qué lo dices… Porque “la muerte puede sobrevenir en cualquier momento. Y conviene que sea así. 

EN AMISTAD CON DIOS

“Somos criaturas tan frágiles, tan olvidadizas y perezosas, que, si supiéramos a ciencia cierta que habíamos de vivir todavía diez años, por ejemplo, pasaríamos nueve sin esforzarnos demasiado. 

¿Acaso estudiamos intensamente una asignatura cuando sabemos que quedan todavía seis meses para examinarnos? 

El centinela que tiene que velar toda la noche, se mantiene despierto no sólo porque no sabe cuándo pasará el oficial su ronda habitual, sino también porque puede llegar en cualquier momento. 

Así nos ocurre a nosotros. Somos soldados que cumplimos con nuestro deber, y deberíamos estar orgullosos de ello; pero no nos mantendríamos siempre vigilantes si supiéramos la hora exacta del relevo. Nos dejaríamos llevar más fácilmente por la tentación si estuviéramos absolutamente seguros de que íbamos a tener tiempo para arrepentirnos.

Quizá te parezca que al obrar así Dios no nos trata como un amigo, sino más bien como un profesor severo. Bien, eso sería cierto si hubiese en el mundo muchos hombres que, a su vez, le trataran a Él como Amigo y no como a un profesor severo. Pero no es así. 

Muchos hombres le tienen miedo, le traicionan con frecuencia y tratan de esquivar sus mandamientos. Pero no ocurre así con los santos, que son sus amigos más sinceros. 

Te diré una cosa. A muchos de ellos, Dios les concede la gracia de saber cuándo van a morir, precisamente porque están siempre dispuestos. 

Y es que, en la medida en que tu vida se desarrolle en la amistad con Dios, el temor a la incertidumbre de la muerte desaparece” (Retiro para gente joven, Ronald A. Knox).

Esa es la razón por la que estas palabras tuyas, Señor, no deberían darme miedo. Porque no hablo con un profesor severo sino con alguien que me quiere. ¡Con quien más me quiere! ¡Qué bueno eres Señor!

Como decía Chiara Lubich: “Vigilar es propio del amor. Cuando se ama a una persona, el corazón vigila siempre, esperándola, y cada minuto que pasa sin ella, es en función de ella y transcurre vigilante (…). Jesús pide amor. Y por eso solicita vigilancia” (Ch. Lubich, Meditaciones, p. 33).

VIGILAR

MI CORAZÓN ESTÁ EN VELA

En Italia, cerca de Castelgandolfo, hay una imagen de la Virgen, colocada en un cruce de carreteras, con la siguiente inscripción: Cor meum vigilat (en latín) que significa: Mi corazón está en vela. 

El corazón de nuestra Madre, Santa María, siempre está despierto por amor, pendiente de las necesidades de cada uno de sus hijos. Así debe estar también nuestro corazón, despierto para descubrir a Jesús, que pasa cerca de nosotros. 

San Ambrosio señala que, si el alma está adormecida, Jesús se marcha sin haber llamado a nuestra puerta. Pero si el corazón está en vela, llama y pide que se le abra. 

Eso mismo escribe san Juan en el Apocalipsis:

«Mira, estoy de pie a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20).

(Octubre 2023, con Él, José Benito Cabaniña).

De todos modos, una vez más, me tengo que recordar que ese estar en guardia, ese estar vigilante, es estar esperando el encuentro definitivo con un amigo. Que, de forma curiosa, ya está presente mientras le espero.

Porque una cosa es verte cara a cara Señor, pero también es verte y hablar Contigo cuando hago un rato de oración cada día (ahora mismo). 

Por eso San Josemaría decía que hacer oración “no consiste en hacer discursos bonitos. Oración es, a veces, una mirada a una imagen del Señor o de su Madre; otras veces, es una petición con palabras; otras, las buenas obras, los resultados de la fidelidad. Como el soldado que está de guardia, así hemos de estar nosotros a la puerta de Dios Nuestro Señor: y eso es oración” (Crónica, 1970).

UN ENCUENTRO IMPREVISTO

Es más, nos animaba a considerar que seremos fieles a Diosmientras cumplamos el pequeño deber de cada instante y seamos sinceros. Esta es la receta que hay en las manos de cada uno. 

Yo hablo de cumplir el deber por un motivo de fidelidad, aunque no se tenga entusiasmo sensible; como el soldado que está de guardia: se le va la imaginación al pueblo, a la novia, a los suyos…, pero permanece allí, en su puesto, con sentido de lealtad” (Meditación, 28-V-1964).

O “Como el soldado que está haciendo guardia delante del palacio del Presidente. Va y viene y podría irse lejos: podría incluso dejar la guardia abandonar el puesto y el país; pero no lo hace, porque entonces ya no estaría actuando con lealtad” (Crónica XII-66).

Y es que con los amigos somos leales. Si no, no es amistad.

Se suele hablar de la muerte como soledad, porque interrumpe todas nuestras relaciones terrenas. Pero en el evangelio Jesús la presenta como un encuentro con el Señor, como un banquete nupcial. 

Para nosotros, la muerte es encontrarnos con una persona a la que nunca hemos visto, pero con la que hemos estado en contacto mucho tiempo. 

Es verdad que el encuentro puede ser imprevisto, pero, si es con alguien que sabemos que nos ama, siempre será gozoso.

Dios nos promete que se convertirá en nuestro servidor, o sea, un amigo deseoso de colmar de alegría a quien le ha sido fiel, y Dios lo puede todo. (…) 

En una fiesta, los invitados saborean buenos manjares, pero la gente no va a la fiesta solo para comer bien, porque esto también lo puede hacer en casa. Van, sobre todo, para encontrarse con amigos. 

Después de la muerte no solo nos encontraremos con Jesús, sino con todos los que pertenecen a su familia, que serán nuestros amigos” (cfr. Octubre 2023, con Él, José Benito Cabaniña).

Señor le pido a tu Madre que me ayude a tener el corazón despierto, vigilante, como el suyo. Así podré encontrarme contigo y gozar para siempre.


Citas Utilizadas

Rm 5, 12-15. 17-19: 20-21

Sal 39

Lc 12, 35-38

Reflexiones

Señor, sé que mi encuentro personal Contigo será de improviso, pero ayúdame a ser fiel, ser tu amigo desde ya, y que me quieras a Tu lado en la fiesta del Cielo. 

Predicado por:

P. FEDERICO

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