Empezamos este rato de oración con un dato, vamos a decir “arquitectónico”. Alguna vez me explicaron que han conseguido en aquellas tierras de Judea, un modelo de construcción de casas familiares que nos sirve para entender mejor el evangelio de hoy. Era frecuente que antiguamente las casas tuvieran dos partes.
Una parte se excava en la roca, en la montaña. Y luego se construía una prolongación hacia afuera, con las paredes restantes y con el techo.
De este modo, la parte más fresca de la casa sería la del fondo, la que está cavada en la montaña donde se solían guardar los alimentos para que se conservarán mejor. Este dato es interesante para comprender el evangelio de hoy.
El Señor Interpela a sus discípulos, y les dice:
“¿Quién de vosotros tiene un amigo que viene durante la medianoche y le dice: ‘amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’.
Y desde adentro, el otro responde: ‘No me molestes. La puerta ya está cerrada. Mis niños y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos’”.
(Lc 11, 5-7)
Caray ¿no les parece exagerado?, porque son nada más tres panes.
Este diálogo tiene mucho más sentido si suponemos que la casa tenía esta estructura de la que hablábamos al principio.
Sino, sería muy absurdo, porque si este hombre ya está aquí en un diálogo con el amigo que llega, ¿qué más le da ir a la cocina a agarrar tres panes y dárselos a su amigo para que se vaya de una vez?
En cambio, tiene más sentido considerar que para llegar a esos tres panes había que llegar hasta el fondo de la casa, la parte que está excavada en la roca. Y por eso le dice: “mis niños y yo ya estamos acostados”. Es decir, para llegar allá tendría que despertar a los niños y a la esposa porque tiene que atravesar la casa para llegar a la despensa.
En todo caso, ¡Qué visita tan inoportuna!
Eso es lo que aprovecha el Señor porque luego explica:
”Os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad, se levantará y le dará cuanto necesite”.
(Lc 11, 8)
ORACIÓN
El Señor aprovecha esta imagen para que quede muy claro la eficacia de la insistencia en la oración:
“Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe y el que busca halla y al que llama se le abre”.
(Lc 11, 9)
Para que no quede duda de la eficacia de la petición, Jesús utiliza después la imagen de un padre que solamente sabe dar cosas buenas a sus hijos:.
”Si vosotros que sois malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?”.
(Lc 11, 13)
.El Evangelio de hoy, más claro, imposible. Podríamos terminar nuestro rato de oración aquí porque el mensaje ya es evidente.
Hay que insistir en la oración en la petición, sobre todo porque nos escucha nuestro Padre Dios, que solo nos sabe dar cosas buenas.
Pero me voy a atrever a utilizar este evangelio para otra consideración.
¿Qué tal si la imagen del evangelio la aplicamos al revés?
¿Puede ser que en vez de ser nosotros los que importunamos a Dios con nuestras peticiones, es Dios que llega de visita de modo inoportuno, y pide cosas inoportunas?
Obviamente tiene sentido. Dios es tantas veces ese amigo que se acerca a nosotros, y su sola presencia nos complica la existencia. Le ha pasado también a muchos santos.
HELENA KOWALSKA
En estos días escuche el testimonio de la llamada, de la vocación de santa Helena.
Resulta que Helena Kowalska era una joven polaca de 19 años con el corazón roto. Hace poco había renunciado a su sueño de entrar al convento. Tenía un montón de complicaciones, la primera que tenía a su familia en contra y tampoco tenía los medios económicos para ir por su cuenta a un monasterio. Total que tuvo que renunciar dolorosamente a ese plan y por eso tenía el corazón roto.
Unos meses después, en una cálida noche de verano, sucedió algo sorprendente. Helena estaba en un baile con su hermana. La fiesta estaba en pleno apogeo cuando un joven la invita a bailar.
Ella estaba determinada a seguir con su vida, y salió a la pista de baile, comenzó a dar vueltas al ritmo de la música, e intentó disfrutar al máximo el momento.
Pero de repente, la música se detuvo. El baile se desvaneció. Helena se encontró cara a cara con Jesús:
«Helena, ¿hasta cuándo me vas a seguir posponiendo?».
Y la visión de repente desapareció, me llega a pasar algo así y obviamente no se como responder, me quedo de piedra, porque ella quedó en shock y sin ganas de seguir bailando.
A pesar de todos los obstáculos, dejó su casa y encontró un convento dispuesto a abrirle sus puertas. Allí pasó a ser conocida como la hermana María Faustina Kowalska.
¿QUÉ TAN RÁPIDO LE RESPONDEMOS A DIOS?
El Señor nos dice tantas veces, ¿Tú hasta cuándo me vas a seguir posponiendo?
Y nosotros, ¿qué tan rápido respondemos a las solicitudes de Dios, en especial aquellas en las que parece que lo que nos pide nos complica la vida?
Desde lo más simple como sacar tiempo para ir a Misa o para nuestros ratos de oración , hasta lo más complejo, cuando sabemos que Dios nos está pidiendo un cambio radical en nuestro modo de ser, porque nos quiere verdaderamente santos.
Me acuerdo ahora de lo que sentía San Agustín, ya tenía claro que tenía que convertirse pero decía todavía no.
Todos queremos tener a Dios de nuestro lado, como amigo y no como enemigo, pero ¿qué tan dispuestos estamos a dejarnos complicar la vida por su visita?
¿Qué es eso que Dios nos pide, a tí y a mí, pero como nos saca de nuestra zona de confort, vamos posponiendo al mañana, que ni siquiera sabemos si llegará?
VALE LA PENA
Una clave del evangelio de hoy, es las veces que se repite la palabra “amigo”. Si Dios es nuestro amigo, se toma la libertad de insistir, porque hay confianza.
“En verdad os digo que, si no se levanta y le da los panes por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite”.
(Lc 11, 8)
Como en el diálogo con la samaritana en el pozo de Sicar:
“Si tan solo conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “dame de beber”.
(Jn 4, 10)
Si tan solo supiéramos tú y yo que ese que se acerca a nuestra vida, su sola visita nos complica, pero esa complicación vale totalmente la pena. ¡Es nuestro amado Jesús!
Hay en el Apocalipsis unas palabras que tienen todo el sentido, que encajan perfectamente con esta imagen de hoy:
“He aquí que yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a Él, y cenaré con Él y Él conmigo”.
Ante esta invitación del Señor, cómo posponer la invitación de Él a lo que sea que nos esté pidiendo, así sea una cosa muy sencilla, o así sea un cambio radical en nuestro modo de relacionarnos con los demás, en nuestro modo de tratar a Dios, en nuestro modo de ser incluso.
CUANDO DIOS LLAMA SU LLEGADA NO ES INOPORTUNA
Cuando Dios llama, su llegada nunca es inoportuna para un corazón enamorado.
Vamos a pedirle a nuestra Madre María que nos dé la valentía para no temer a complicarnos la vida cuando el Señor pase cerca de nosotros con su cruz; cuando el Señor pase y llame para pedir lo que sea.
Para nosotros, la llegada de Jesús a nuestras vidas vale totalmente la pena.
Gracias de todo corazón ❤️ por este momento de oración
Me encanta conocer más a Dios y los buenos propósitos para mí vida 👌
Gracias de todo corazón ❤️ por este momento de oración
Me encanta conocer más a Dios y los buenos propósitos para mí vida 👌