«Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús, gente de todas las ciudades.
Él les dijo, valiéndose de una parábola:
—El sembrador salió a sembrar su semilla. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo.
Y otras sobre las piedras, que se secó por falta de humedad. Y otras en las espinas, que cuando crecieron las espinas la ahogaron.
Y otra en terreno fértil, que produjo el cien, el sesenta y el treinta por uno».
EL AMOR QUE PONEMOS
Esta conocidísima parábola nos lleva a ver que, la palabra del Señor se siembra con generosidad en todas partes. Que el Señor ha sembrado también eso en nuestros corazones.
Y la verdad es que en Hablar con Jesús, hemos hablado muchísimo de esta parábola. Estaba yo recordando y buscando en mis archivos, y la he comentado por lo menos unas quince veces.
Y gracias Señor, porque de Tu palabra siempre salen cosas nuevas. Pero hoy me gustaría aplicarla a una realidad que tal vez no es tan evidente.
Me gustaría que en lugar de pensar en esta parábola, como si fuera la palabra de Dios, que cae en cada una de las almas, pensáramos en que fuera el amor. El amor que cada uno de nosotros puede poner.
Y a veces uno da amor, pero ese amor cae en el camino. O sea, donde los pájaros pueden llevárselo, no es un amor que se cuida, sino que intentamos darlo a un corazón duro y en ese corazón no entra.
Otra, en cambio, es que cae entre las piedras, y claro, entre las piedras hay pequeños espacios donde si hay tierra, y parecería que crecería ahí. Pero tampoco, porque la profundidad es mínima, no hay humedad y por eso no crece el amor.
Y así también podríamos hablar de las espinas, que cuando hay intereses cruzados o hay demasiado egoísmo, mata el amor.
Luego está en la tierra fértil en el que el amor sí crece.
AMOR EN LABORATORIO
Estaba pensando en el amor de pareja. Porque esto lo saqué de un artículo del New York Times, donde una chica que se llama Mandy Len Catron ponía en práctica un experimento que encontró de un psicólogo, de hace más de 20 años.
Consiguió, que dos extraños se conozcan en el laboratorio, donde preparó esta prueba y se enamoren.
Entonces él sacó esta teoría de que, si se hacían bien estos pasos, dos personas cualquiera, sin conocerse antes, podrían enamorarse.
Esta chica Mandy, intenta hacer en práctico, poner en práctica ese experimento y le llama a un chico que había conocido en la universidad que había coincidido alguna vez con él, pero que no eran apropiamente amigos, le propuso que es lo que quiere hacer y él decidió que sí.
La idea es que un hombre y una mujer heterosexuales entran en el laboratorio por puertas diferentes, y si se sientan cara a cara y contestan una serie de preguntas cada vez más personales. Después se miran a los ojos durante cuatro minutos se terminan enamorando.
El detalle más interesante es que en esa primera vez que se hizo el experimento, dos de los participantes se terminaron casando.
Ella probó y le funcionó… Se terminó enamorando de este chico. Si quieren leer el artículo está en The New York Times.
PERDONAR Y SER EMPÁTICO
Pero Señor, yo quería rezar con esto porque a mí me parece que efectivamente, el enamoramiento es una cosa que requiere intimidad, contarte las cosas índimas de cada uno, apertura y uno se puede terminar enamorando.
Pero en el matrimonio, en un noviazgo o en una relación de pareja es importante tener esa disposición a no tener duro el corazón. A tener siempre abierta la posibilidad de perdonar al otro, de comprenderlo y de ser empático.
En cambio, cuando uno se centra en las cosas malas, y hace que su corazón se ponga como un camino de piedras o como un camino duro, muy pisado o le lleno de espinos; el corazón empieza a repudiar el amor.
Y repudiar quiere decir que no deja que el amor crezca. Entonces las pequeñas cosas que pueden ver a lo largo del día, se vuelven gigantes. Las pequeñas bromas que antes eran simpáticas, ahora se vuelven cargantes.
Las cosas que tal vez antes, resultaban inclusive agradables dentro de una relación, se vuelven un poco más distantes…
Se pierde esa complicidad propia del matrimonio o las relaciones de parejas más íntimas, en las que solo ellos saben de qué se ríen porque saben de lo que están hablando, porque saben en qué página está el otro, porque no están como perdidos, y eso es una decisión.
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
El amor es una decisión, y no a la decisión del enamoramiento. No. Es la decisión de estar ahí para el otro, de perdonarlo, de estar siempre intentando recomenzar. Y nno darle cabida en la cabeza a esas runruneadas que nos separan de los demás.
Esto es lo que hace justamente el matrimonio cuando uno tiene además el Sacramento del Matrimonio: que las cosas tengan más sentido.
Cuando no tienen tanto sentido, entonces se deja que estas cosas vayan perdiendo color y se vuelven duras. Y el corazón no se duro, no permite que el amor crezca.
Por eso cuando escuchamos un mandamiento nuevo les doy que se llaman los unos de los otros yo diría empieza sobre todo entre la pareja, en el matrimonio.
Jesús nunca dice: “Sientan amor”. No.
Él dice: «Amaos o ámense».
El amor verdadero o el amor que sostiene un matrimonio, no es un sentimiento pasajero que va y que viene… Que puede quitarse por una cosa que te molesta o por dejar que la cabeza se fije sólo en los defectos.
No es una emoción que nace espontáneamente y que puede desaparecer. No. Es un mandamiento, es una elección, es una decisión firme que se renueva cada día ante la presencia de Dios.
AMARNOS COMO LO HIZO DIOS
Por eso, ¿cuántas veces en tu matrimonio tal vez, has probado esto? Que los sentimientos de la luna de miel se apagan, y es el momento donde el amor se convierte en una brújula.
¿Qué es lo que tengo que hacer? Bueno, es la brújula del amor y nos dice que tenemos que perdonar, que tenemos que pasar por alto.
No es que tengo que hacerme el loco nada más, sino que me tengo que apersonar de la otra persona o sea, hacerla mía.
Asi como nos dijo Jesús:
«Como yo os he amado así también deben ustedes amarse».
Jesucristo es el modelo del amor. Y este es el punto de referencia que nos tiene que dar esa brújula del amor, su amor es perfecto y total, sin condiciones.
Y cuando nuestros sentimientos son confusos, porque hemos recibido algo de esa persona que amamos, que nos duele: un desencuentro, algo que nos parece que es como una negación a nosotros mismos…
Eso como cuando las dudas aparecen, tenemos que primero mirar a Jesús, en cómo nos ha amado y de manera incondicional hasta el extremo, para dar la vida por nosotros.
Y su amor es una certeza, una roca firma en la que podemos construir también nuestra relación.
BUENAS RELACIONES
Ahora estoy hablando especialmente de los matrimonios. La relación de los matrimonios tiene que tener esto porque el amor de pareja que se construye sobre este modelo de Cristo, es el amor que da frutos ese treinta, el sesenta, el cien.
Es un amor seguro, un amor cierto. Es un amor que perdura, que no se desvanece con la edad o con la enfermedad… O incluso con las heridas del camino, ni con una infidelidad, ni con una tristeza grande.
Porque su fuente no está en la atracción física o en la felicidad que me da el otro, sino en la entrega que yo decido ofrecer, justamente inspirada en la entrega de Cristo.
Esa brújula del amor nos muestra que, la ruta del matrimonio no es buscar mi propia felicidad que me hace duro, que me hace con corazón de piedra, con corazón pisado o con espinas.
Sino que tengo que ceder eso. Esa es la plenitud que nos da la certeza de que si sigo a Dios esto cambiará mejor. Que mi amor sea mucho más abierto.
Vamos a pedirle al Señor, que sepamos recibir ese amor en nuestros corazones para que dé fruto del treinta, del sesenta, del cien.
Que sepamos que en eso, especialmente para los que llevan un matrimonio eclesiástico, ese es su camino al Cielo que ese amor de frutos.
Lo ponemos esto en manos de nuestra madre la Virgen María.
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