Jesús, tu empiezas dirigiéndote a nosotros con las siguientes palabras:
“No teman, pequeño rebaño, porque su Padre ha tenido a bien darles el Reino.”
(Lc, 12, 32).
¡Qué cariño el de Dios por nosotros! ¡Hasta nos llama pequeño rebaño! Él es el Pastor de ese rebaño. Tú y yo somos ovejas.
“La oveja (…) es pura necesidad. El pastor la guía, le da de comer, la saca del establo y le muestra el camino. Ella, más que hacer, se deja cuidar. Y es que, mientras [un hombre cualquiera] dice a Dios: «Haré esto», el santo pregunta: «¿Qué quieres que haga?»”
(Evangelio 2025, José-Fernando Rey Ballesteros).
Casi podríamos decir que Dios no puede evitar ser Pastor. Y como es Él (que es Dios) entonces no es un pastor cualquiera, sino buen pastor, el Buen Pastor. Así ha sido y sigue siendo.
El que busca a la oveja, porque la oveja es pura necesidad: lo necesita; se asusta con facilidad, se pierde. Entonces sale el pastor a buscarla diciéndole: no temas, soy Yo, aquí estoy.
DIOS ESTA INTERESADO EN NUESTRA SALVACIÓN
Hace poco, considerando la escena de Emaús, leía un comentario en el que se refleja esa forma de ser buen pastor. Te lo leo:
“Tras esa imagen de Cristo resucitado recorriendo los caminos en busca del hombre se oculta un inexplicable misterio de Amor: si después de haber ofrecido su amistad al ser humano y haber sido rechazado y traicionado, Dios ha sido capaz de perseguirle con la palabra de los profetas; y tras haber el hombre asesinado a los profetas, el Señor ha decidido venir Él mismo con pies de carne y morir en una cruz para salvar a esa criatura traidora; si aún ahora, tras haber resucitado, ante la incredulidad del hombre, cuando éste se vuelve atrás deseando olvidarlo todo, el mismo Señor emprende camino en su búsqueda, es que, por una locura divina que no alcanzo a desentrañar, Dios está más interesado en la salvación del hombre que el hombre mismo.
No lo entiendo, porque Dios no necesita del ser humano para nada, y porque yo no puedo hacer a Dios más feliz de lo que es. Situarse ante este Señor enamorado hasta la locura como si tuviéramos que arrancarle a golpes la salvación es, cuando menos, un insulto a su amor. Antes bien, deberíamos vivir con la seguridad de que hay todo un Dios empeñado, no sé por qué extraño delirio, en que cada uno de nosotros lleguemos al Reino de los Cielos y compartamos con Él la eternidad; es tan grande ese empeño, que le ha llevado a olvidar su orgullo divino y a perseguirnos a través de la Historia soportando mil y un desplantes”
(La resurrección del Señor).
¿No te recuerda esa descripción a la del pastor que deja a las 99 y se va tras la oveja que se le había perdido? Así es Dios. Por eso nos dice: “No teman, pequeño rebaño.”
LA PROVIDENCIA DE DIOS
Lo fuerte es que a esas palabras tuyas Jesús siguen estas otras que son como una petición de confianza de parte nuestra:
“Vendan sus bienes y den limosna. Háganse bolsas que no envejecen, un tesoro que no se agota en el cielo, donde el ladrón no llega ni la polilla corroe. Porque donde está su tesoro, allí estará su corazón.”
(Lc, 12, 33-34).
Todo es una llamada a quererle a Él y confiar en Él.
Me acordaba de lo que cuentan de la Madre Teresa:
“A mucha gente le resultaba difícil de comprender la confianza de la Madre Teresa en la Providencia de Dios. Ella estaba profundamente convencida de que Su Providencia siempre les proporcionaría lo necesario.
Hubo un suceso concreto que me ayudó a entenderlo [dice quien escribe estas líneas]. Un día, el presidente de una multinacional vino a ver a la Madre Teresa para ofrecerle unos terrenos en Bombay. Antes de hacerlo, le preguntó en tono profesional: -Madre Teresa, ¿cómo gestiona usted su presupuesto?
La Madre Teresa le contestó a su vez con una pregunta: -¿Quién le ha enviado a usted aquí?
Él contestó: -He venido porque he sentido un impulso interior.
La Madre Teresa le sonrió. -Otros como usted han venido a verme y me han dicho lo mismo. Está claro que a usted y a todos los demás los envía Dios para que entre todos se ocupen de nuestras necesidades materiales. A usted también le ha movido la gracia de Dios. Usted es mi presupuesto”
(La Madre Teresa de Calcuta, Leo Maasburg).
Es impactante. Aunque, es cierto, no hay que abusar de la Providencia. Dios nos pide confianza, pero cuenta con nuestra iniciativa. No todo es estar pasivos y que ya Dios me resuelva mis problemas o necesidades no se sabe muy bien cómo…
DIOS CONFÍA EN NOSOTROS
Por eso Jesús nos dice:
“Tengan ceñidas sus cinturas y encendidas las lámparas, y estén como quienes aguardan a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga y llame. Dichosos aquellos siervos a los que al volver su amo los encuentre vigilando.
(Lc 12, 35-37).
Y más adelante pregunta:
— ¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el amo pondrá al frente de la casa para dar la ración adecuada a la hora debida? Dichoso aquel siervo a quien su amo cuando vuelva encuentre obrando así. En verdad les digo que le pondrá al frente de toda su hacienda».
(Lc 12, 42-44).
El confía en nosotros. Quiere confiar en nosotros. Confía en mí que en cualquier momento me puedo romper, porque soy frágil como una silla. Pero Tú Señor me das la fortaleza. Y cuando te apoyas en mi (cuando te sientas en esta pobre silla que soy yo) eres consciente de mi fragilidad, pero confías. Quieres confiar.
Me parece que solo pensar en esta escena nos da miedo a nosotros, porque podemos botar a Dios, pero a Dios (que es quien se puede caer al apoyarse en ti y en mi) no le da miedo en absoluto. Él confía más en nosotros que nosotros mismos… Y ante nuestro miedo nos dice: No teman, pequeño rebaño.
¿Cómo vamos tú y yo de confianza en Dios? ¿Cómo procuramos que esa confianza se traduzca en iniciativa de nuestra parte; en cambiar eso que tenemos que cambiar aunque nos cueste tanto, aunque nos veamos débiles y frágiles?
Hay que actuar: ceñirnos la cintura, encender las lámparas, administrar fielmente los dones que nos ha dado. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Dicen que el tiempo arregla las cosas… Pues yo te digo que no siempre…
Por eso, Jesús también nos dice:
«Ustedes estén también preparados, porque a la hora que menos piensen vendrá el Hijo del Hombre. (…) si ese siervo dijera en sus adentros: «Mi amo tarda en venir», y comenzase a golpear a los criados y criadas, a comer, a beber y a emborracharse, llegará el amo de aquel siervo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará duramente y le dará el pago de los que no son fieles.”
(cfr. Lc 12, 40. 45-46)
No podemos, simplemente, que pase el tiempo. No tenemos tiempo indefinido. Tenemos el hoy. Si no, basta recordar esa triste noticia de los dos peregrinos al Jubileo de los jóvenes que fallecieron. Cuando el Papa León recibió al grupo de Egipto les hizo recordar precisamente eso: que no sabemos el día ni la hora.
Aprovechemos para rezar por esos peregrinos y pidámosles que nos ayuden a estar preparados, llenos de esperanza (en este Jubileo de la esperanza), sin miedos, respondiendo a la confianza de Dios con nuestras obras, con nuestra lucha por ser mejores.
Si somos el pequeño rebaño, Jesús no es solo el Pastor, también es el Cordero y no extraña que a su Madre, nuestra Madre, algunos le llamen Cordera de Dios.
Me hacen meditar en el amor que Dios nos tiene
Me hacen meditar en el amor que Dios nos tiene