PRIMEROS CRISTIANOS
En el silencio de la antigua Roma, bajo las calles de piedra y los jardines del César, una iglesia nacía entre el fuego y la sangre.
Los primeros cristianos, llamados también los “Protomártires de Roma”, se reunían en secreto para celebrar la Eucaristía.
Eran conscientes de que podían ser descubiertos en cualquier momento, y sin embargo no se alejaban del pan de vida.
Al contrario, la Eucaristía lo sostenía. Era su fuerza, su certeza y su alimento.
Los santos protomártires que hoy celebramos, fueron acusados de haber incendiado a la urbe por orden del emperador Nerón. Eran todos cristianos, discípulos de los apóstoles y también, y fueron la primicia del martirio de la iglesia romana.
Ellos se alimentaban de la Eucaristía, que era esencial y absolutamente el mismo, que se ofreció sobre la Cruz en el Calvario.
Sabían que Jesús también fue perseguido, calumniado y asesinado, y que en cada misa se hacía presente su entrega, no solo como un recuerdo, sino aún más, con un acto vivo de amor.
Aquellos primeros discípulos de Cristo salían de la misa dispuestos a dar la vida, no porque buscaran la muerte, sino porque habían aprendido de Jesús a no temerla.
Este es mi cuerpo entregado por ustedes, no se había hecho Jesús. Esas palabras, que razonaban con gran fuerza en la Iglesia romana, los tomaron también como un llamado.
COMO ANTORCHAS ENCENDIDAS
Ese pan partido, ese pan eucarístico, ese plan junto a la cruz, era también lo que vivía en ellos. Un pan vivo, un pan del Cordero de Dios.
Fueron ‘antorchas encendidas’, las llaman también así a estas almas, literalmente algunas personas murieron incendiadas, otros martirizados de distintas muertes atroces, lo importante es que llenaron también la Iglesia.
Fueron semillas de nuevos cristianos. La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.
Este título de la meditación está tomado casi al pie de la letra de Tertuliano, que escribían en el año 197:
“La sangre de los mártires es semilla de los cristianos”.
Encontramos la misma idea allá mediados del siglo II, también en un discurso de aquel pagano Diogneto:
“No ves que los cristianos arrojados a las fieras con el fin de que renieguen del Señor, no se dejan vencer. No ves cuánto más se los castiga, es mayor también el amor que tienen”.
Bueno, hoy mismo también nosotros podemos vivir de ese amor, de ese amor en la Eucaristía.
Hemos terminado recientemente la Octava del Corpus Christi y esta convicción de los primeros cristianos nos puede ayudar a nosotros también en esta sociedad líquida a vivir también enamorados de esa gran pasión y esa gran devoción a la Eucaristía.
SEMILLA DE CRISTIANOS
Estos mártires, que también nos ayudan a recorrer nuestro camino, a buscar a Jesús como modelo, como ejemplo, no nos puede quedar distantes, no nos puede alejar de lo que Dios nos pide.
El Papa León XIV, recientemente en un encuentro con algunos seminaristas, les animaba a ser valientes, les animaba a salir del egoísmo, a confiar en la gracia de Dios.
Nosotros, en el siglo, en este milenio, podemos también comenzar ahora este rato oración a pedirle al Señor a no dejar la Eucaristía, a comprender que también nosotros somos esos mártires que son semilla de cristianos… Que somos llamados también a vivir con amor aquello que Dios nos pide.
Hacer testimonio en un martirio que no será con derramamiento de sangre, pero sí un martirio que también hace falta hoy en día.
¿Yo doy testimonio con esa alegría que también tenían estos primeros cristianos? (…)
Estos mártires nos ayudan a descubrir el gran valor que tiene el testimonio dado a Cristo, es donarse por entero al Señor.
Ese don que también podemos cuidar especialmente aquello que también tenemos una vocación específica, pero en esta fiesta de los protomártires romanos nos ayuda también a ver cómo estamos viviendo la misa.
CORPUS CHRISTI
Quería aprovechar también este rato oración para pedirte que no quede simplemente en la fiesta del Corpus Christi o en toda la Octava del Corpus Christi, sino también a ver cómo nosotros la vamos a poner en práctica.
Como estos primeros cristianos, como estos primeros mártires, que sabían perfectamente que la misa era esencial y absolutamente lo mismo que Jesús quiso celebrar ahí en el monte Calvario.
¿Te animás vos a vivir de la Eucaristía como estos primeros cristianos?… ¿Te animás también a descubrir que Dios te necesita muy cerca suyo en la Eucaristía?…
No es una simple representación o un memorial de la Pasión, sino la reproducción real y verdadera del sacrificio que Cristo pasó en la Cruz, pasó en el Calvario.
Y es la verdad que también nos enseña la Iglesia, es la verdad de la cual vivieron estos jóvenes o estos primeros cristianos.
Como decía también San Josemaría, “
tiene que ser el centro y raíz de nuestra vida cristiana”.
SEGUIR A JESÚS
En el Evangelio de hoy sale como
«Jesús va por todas partes y en un momento se le acerca una escriba y le dice: —Maestro te seguiré a donde vayas.
Jesús le respondió: —Mirá que las zorras tienen madrigueras, los pájaros nido, pero el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
Y otro que estaba ahí con los discípulos le dijo: —Señor déjame ir primero a enterrar a mi padre. Y Jesús le replicó: —Tú sígueme y deja que los muertos se entierran a los muertos».
Hoy en este martirio diario nos anima el señor también a descubrir cómo podemos vivir nuestra vocación, muriendo a esas pequeñas cosas y aceptando que también estamos llamados a vivir de ese Pan Eucarístico, a seguir a Jesús alimentados con ese centro y raíz de nuestra vida cristiana.
El sacrificio de la misa y el sacrificio de la Cruz son un solo y único sacrificio. En el altar, Jesucristo, lo vemos ahí quizás en esa Cruz que está sobre el altar, nos ayuda a descubrir que también Dios espera mucho de cada uno.
Y la santa misa nos tiene que situar en ese misterio de fe, nos tiene que ayudar también a cómo nos animaban tantos santos a descubrir a Dios que se ha donado por amor.
VIVIR DE LA EUCARISTÍA
Nos decía San Josemaría:
“Vivir de la Eucaristía, es permanecer en oración continua, es convencernos de que para cada uno de nosotros, es este un encuentro personal con Dios”.
Lo adoramos, lo lavamos, le pedimos, le damos gracias, reparamos nuestros pecados, nos purificamos y nos sentimos una sola cosa en Cristo, con todos los cristianos, así lo vivieron estos mártires.
Vos, ¿te animás a vivir así, esa ilusión por descubrir a Dios que también nos llama a ser evangelizadores?
Hoy que también pensamos en ver en esta Iglesia joven, que el Papa nos pide también a todos, ¿nos estamos llamando nosotros a descubrir esa grandeza de este culto divino?…
Porque a veces quizás la misa quede un poco alejada o quede un poco relegada de un cristiano… —No, si yo soy cristiano pero no voy a misa… —O si estaría bueno ir a la misa, pero no, no voy a misa…
¿Cómo vivimos nuestra misa?… ¿Cómo acostumbramos a participar de la santa misa?… ¿Amamos la misa?…
Ya lo decía San Gregorio, que cuando un sacerdote celebraba la misa, bajaban del Cielo innumerables legiones de Ángeles para asistir al santo sacrificio.
Cuando Vos participás de la misa, ¿bajan legiones de Ángeles para descubrir también que estamos asistiendo al Santo Sacrificio? (…)
CONFIAR EN LA ORACIÓN
Anímate también a rezar así. Anímate también a participar con ilusión, cómo participaron estos primeros mártires. Una sola misa bastaría para merecer toda la conversión de todos los descubiertos que están lejos de Dios.
Vos, con tu oración, con tu misa, ¿estás viviendo también ese don que Dios te ha dado, ese pan eucarístico del cual se han alimentado los mártires?
¿Cómo son tus comuniones?… ¿Cómo te preparas?… ¿Cómo pensás también para conducirte de mejor manera a recibir a Jesús?
Antes quizás nos preparábamos de una manera, y podemos prepararnos siempre un poquito mejor, a ver si ponemos un poquito más de amor.
¿Cómo son nuestras acciones de gracias? ¿Cómo vivimos nuestra comunión de cara a nuestro día a día?
Imagínate igual que este Evangelio, que nos anima también a descubrir cómo seguir a Jesús. Animémonos también a pensar sin limitaciones. Ver cómo Dios también nos puede pedir un poquito más de amor en cada Eucaristía.
Lo que Dios nos pide a cada uno es que demos frutos de actitud en la Iglesia naciente. En esta Iglesia actual que Dios nos pide.
Vos, ¿te animas a vivir como María, la madre de Jesús, con esa devoción, con esa humildad, cada Eucaristía?
Se lo pedimos a Jesús, María y José, para que también podamos descubrir el valor que tiene la Eucaristía en un apóstol evangelizador.
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