Hoy, en la segunda carta de san Pablo a los Corintios, que es lo que vamos a leer en la primera lectura de la liturgia, nos dice:
“Porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios.”
(2 Co 6, 1).
Porque Él nos dice en la escritura:
“En el momento favorable te escuché. Y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación.” (2Co 6, 2)
Pensaba que a Jesús le puede gustar que conversemos hoy, en este Hablar con Jesús, de cómo es nuestra fe. ¿Cómo le damos esa fuerza para seguir estas instrucciones de San Pablo? (…) Les exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios.
Que se note en nuestra vida. ¿Y cómo? Bueno, es cómo enfrentamos las contrariedades y cómo vemos todo lo que nos sucede como venido de las manos de Dios.
Esto es algo que está en la esencia del espíritu cristiano. El no tener una ambición tan grande de bienes o de éxito, sino que ver las cosas que nos suceden como permitidas por Dios. Poner todo nuestro empeño en que vayan bien, pero no perder la paz cuando van mal.
Recordemos cuando Gedeón enfrentó a sus opresores. Gedeón era uno de los jueces de Israel. Siguiendo órdenes de Yavé fue a pelear contra los madianitas. Y los madianitas contaban con un ejército -dice la Biblia- que eran de más de setenta mil guerreros; mientras que los judíos sólo tenían treinta y dos mil.
No obstante, fiel a Dios, Gedeón lanzó sus hombres al ataque. Pero, he aquí que ya en la marcha hacia la batalla, Dios le detiene y le dice: -Alto, Gedeón, ¿a dónde vas con tantos hombres? Yo voy contigo, no hacen falta tantos. Si llevas treinta y dos mil se corre el riesgo de que no se le atribuya la victoria a Yavé, sino a tus dotes de conductor militar. Debes ir con menos.
HISTORIA DE GEDEÓN
Y la Biblia dice que el Gedeón le preguntó, ¿qué deseas que haga? Diles, dijo, Yavé que quien tenga miedo que se retire del ejército.
Según la Biblia, cuando Gedeón interrogó al ejército, los que tuvieron miedo fueron veintidós mil. Por los que el número de sus hombres se redujo a diez mil. Pero Gedeón, que tenía puesta toda su esperanza en Dios, volvió a ordenar el ataque.
Se pusieron de nuevo en marcha y cuando sus diez mil se aprestaban a combatir, Dios le volvió a decir nuevamente: Alto, ¿a dónde vas con tantos hombres? No te he dicho que voy contigo, no hace falta tantos.
¿No confías en mi compañía? Mira que, si vences solamente con diez mil, habrá peligro de que se piense que todo fue fruto de tu habilidad militar. Debes reducir aún más el número de tus guerreros.
Y la Sagrada Escritura afirma que Gedeón aceptó la indicación enviando a sus soldados a beber agua en el arroyo. Donde serían divididos conforme a lo que le pedía a Dios: en dos bandos. En un lado, los que bebían el agua con elegancia, llevando tan solo un poco en la palma de la mano hacia la boca, y del otro los que se arrojaban al arroyo, para beber desaforadamente como bestias. Al combate sólo deberían ir los primeros.
Lo cierto es que lanzándose al arroyo bebieron nueve mil setecientos, de manera que el ejército se redujo solo a trescientos guerreros. Y Dios le dijo, ahora sí parece un número apropiado, pues ya no hay riesgo de que alguien le atribuye la victoria a tus dotes de conducción militar.
Solo me resta decirte que Gedeón atacó con sus trescientos valientes y su esperanza puesta exclusivamente en el Señor de los Ejércitos y venció.
PONER NUESTRA ESPERANZA SÓLO EN DIOS
La historia que acabo de resumir nos previene del error habitual de poner nuestras esperanzas en Dios, pero no sólo en Él.
Por ejemplo, en los momentos duros, el triste piensa que la alegría está en Dios, pero no sólo en Dios, sino también en ese dinero que tan bien nos vendría, con una mejora de la preocupante salud de mi deteriorado cuerpo, en la aprobación de un examen de la universidad, la adquisición de un buen empleo o de un novio, nunca termina de aparecer… O en la solución de múltiples problemas políticos, nacionales…
Pero yo creo que la historia de Gedeón es un espléndido ejemplo para imitar. Pues tanto él como sus hombres manifestaban una actitud semejante a las benditas almas del purgatorio. A las que llamamos benditas, porque además de tener el cielo asegurado es lo único en lo que tienen puesta su esperanza.
Más concretamente, si un alma del purgatorio se le preguntase: ¿tú qué estás esperando? Nos contestaría sin vacilar: Estoy esperando a Dios. Y si les insistiéramos, ¿algo más? Nos dirían: No, porque ya he comprendido definitivamente que la felicidad no está en Dios y en algo más, sino solamente en Dios, que es el único que no decepciona cuando en Él se confía.
Por eso, las benditas almas del purgatorio nos enseñan la importancia que tiene el hecho de cultivar la “esperanza sobrenatural”. El primero que, difiere un poco de simplemente las “esperanzas humanas”.
Porque la “esperanza sobrenatural” se apoya solamente en Dios y tiene a Dios como objeto propio y exclusivo. Lo que constituye la esencia de toda virtud teologal, mientras que las esperanzas humanas, esas que a veces nos hacen falta, se apoyan en el dinero, en los afectos, el poder, en el éxito, en la salud y tal vez parcialmente en Dios.
ESPERANZA TEOLOGAL
Un cristiano con esperanza teologal si no consigue el trabajo por el que tanto invocó a Dios no le importa, porque sabe que el Señor le dará la gracia para sobrellevar con dignidad y alegría esa contrariedad.
Si su salud empeora, confía en que Dios le ayudará a transformar la enfermedad en medio de santificación. O si no aprueba el examen universitario por el que tanto se ha esforzado, espera que la gracia divina le permita descubrir el significado positivo de esa situación.
Pero en todos estos casos, los protagonistas tienen puesto su punto de apoyo en Dios. No en algo más, porque para ellos cuando buscan algo más y no solamente Dios, entonces las cosas cambian.
Para tener la esperanza sobrenatural en estado puro es necesario ser humildes. Es reconocer la condición de criaturas indigentes.
“(…) Sin mí nada podéis hacer.”
(Jn 15, 5),
eso nos dice Jesús.
Y el humilde nunca se desubica poniendo la esperanza en los bienes sobrenaturales, en algo que no sea Dios. Al igual que los hombres de Gedeón, se apoya exclusivamente en el Señor de los Ejércitos.
De modo que cuando seas defraudado por aquel amigo de siempre, o por el contrario, cuando sea él que haya sido defraudado por ti, la esperanza sobrenatural te impulsará a valorar la importancia de tener apoyo exclusivo en ese Dios que nunca decepciona, cuando en Él se confía.
Porque la esperanza sobrenatural verdadera exige exclusividad. La prueba en la que podemos reconocer que Dios espera de nosotros del ejercicio de la esperanza sobrenatural, la constituye en esos momentos en los que experimentamos que Dios nos pregunta: ¿Confías solo en mí o confías en mí y en algo más? ¿Yo soy tu vida, lo único importante o solo lo más importante?
ESPERANZA CRISTIANA
Mientras estemos atados a esperanzas humanas, no experimentaremos en plenitud el misterio de la esperanza cristiana. Porque sólo avanzan por el camino de la esperanza sobrenatural, quienes saben perfectamente que el ave atada por un hilillo sutil no puede volar, como nos decía san Josemaría.
Que esos hilillos no son otra cosa que esperanzas humanas condicionantes de nuestra esperanza en Dios.
San Pablo nos vuelve a decir: No recibir en vano la gracia de Dios, porque somos sus colaboradores.
Señor, a Ti te pedimos que tengamos realmente esta esperanza que todo lo pasa por encima, una esperanza sobrenatural que solo te tiene a Ti y no algo más, sino solo a ti.
Ponemos estas intenciones en manos de Nuestra Madre, la Virgen.
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