EL TRISAGIO ANGÉLICO
Vamos a hablar hoy con el Señor de una oración hermosa, de una de las oraciones más potentes de nuestra fe. Se llama el Trisagio Angélico. Quizá lo adivinaste, porque como mañana es la fiesta de la Santísima Trinidad, estos días los cristianos estamos rezando esta linda oración oriental.
Todos tenemos esperanza de alcanzar el Cielo, de participar de esa vía íntima con Dios, de esa vía intratrinitaria y tener esa visión beatífica: ver a Dios Uno, ver a Dios Trino, cara a cara. ¿Cómo será ese momento? Toda nuestra vida, –hoy se lo pedimos también al meditar el Trisagio Angélico–, también queremos que sea un canto de alabanza a Dios. Se lo pedimos así al Señor para que también sepamos acercarnos, en este rato de oración, a mirar con transparencia también lo que nos pide Él: que nuestro sí sea sí y que nuestro no sea no. Que nuestro amor al Señor sea un amor verdadero, un amor que exceda esas limitaciones del pecado o que exceda ese “no” al Señor, como hicieron también aquellos seres que le dijeron que no. Hoy le pedimos la gracia de poder participar con un corazón preparado para amar a Dios, un corazón preparado para amar al prójimo, un corazón preparado para amar la Santísima Trinidad; para no ser hipócritas y amar al Señor, que es la suma verdad; para tener el corazón dado para Él y no ser mentirosos de corazón; diciendo la verdad, amando al Señor, que es la verdad absoluta, amando a la Santísima Trinidad.
Tal vez, como te decía, ya conoces esta oración o ya la habrás rezado alguna vez. Es una oración super antigua, una oración muy tradicional en la Liturgia de la Iglesia y tiene un origen muy bonito porque se refiere precisamente al tres veces santo:“Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos, llena está la tierra de tu gloria”. ¿Y por qué decimos tres veces santo? Porque efectivamente –lo decimos también en la misa– en referencia a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo.
Es el canto eterno que también han tenido los ángeles, que han tenido los serafines, los querubines, y que proclaman delante de Dios: “Santo, santo, santo, es el Señor de los ejércitos, llena está la tierra de tu gloria”. Es un cántico que lo encontramos ya en el Antiguo Testamento, en el libro de Isaías, cuando el profeta ve el cielo abierto y a los serafines adorando a Dios. Y también lo encontramos en el Apocalipsis, cuando dice: “Día y noche no cesan de decir: Santo, santo, santo es el Señor, Dios todopoderoso.” (Ap 4, 8).
Y nos preguntamos también ahora en este rato de oración, ¿por qué los ángeles no se cansan de decir lo mismo? Me preguntaba el otro día un chico: ¿Cómo será el cielo? Y será ese adorar a Dios, ese no decir basta, ese amar completamente, ese saber mirar a Dios no en miniatura, sino ya cara a cara. Una idea que a veces nos excede –o siempre nos excede– si no queremos también agotar el amor de Dios en lo que hacemos, si vos cada día querés poner a Dios en lo que hacés, si vos cada día te preocupás de que Dios esté presente en tu vida, procurarás también dar esa alabanza al Señor. Que tu vida sea un canto de alabanza a Dios. Que Dios, que es infinitamente santo, se merece eso y muchísimo más. Uno dice: Bueno, ¿hasta cuándo? Hasta al final, todo lo que puedas. ¿Es asombroso? Sí, pero vale la pena.
Cuando nosotros rezamos el Trisagio Angélicoestos días, nos unimos a esa liturgia celestial. ¿Te das cuenta? Tu oración se junta con la oración del Cielo. No es algo que hacemos solos o es algo que, no sé, se me ocurrió. No. Nos sumergimos en la oración de toda la Iglesia.
ENTENDER LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Está aquella anécdota tradicional de san Agustín –que algunos autores dicen que no se refiere precisamente a él, pero a mí me gusta pensar también ahora con el Santo Padre el papa León, que se refiere también a san Agustín– que mientras meditaba el misterio de la Santísima Trinidad, caminaba por la orilla del mar y de repente ve un niño que con una palita estaba intentando pasar el agua del mar a un agujero en la tierra, a un agujero en la arena. San Agustín le preguntó qué estaba haciendo y el chiquito le dice: Quiero meter todo el mar en este agujero. San Agustín –cuentan– se rió y le dijo: Pero eso es imposible. Y el chiquito lo miró y le respondió: Es más fácil meter todo el mar en este agujero, que comprender el misterio de Dios con la mente humana. El chiquito de desaparició.Era un ángel cuenta la historia.
Pero ese misterio de la Santísima Trinidad que queremos rezar en el Trisagio Angélico, ese misterio que es infinito, que no lo podemos entender del todo, pero sí podemos vivirlo, adorarlo y amarlo, como rezamos también en estos días. Decimos así: “Dios santo, Dios fuerte, Dios inmortal, ten piedad de nosotros”. No solamente lo alabamos, también lo reconocemos como nuestro Salvador. ¿Vos tenés devoción a la Santísima Trinidad?
Estos días de preparación para la fiesta de mañana, nos ayudan a rezar con más fuerza, con más belleza, con más encandilar también nuestro corazón. Te pedimos, Señor, esa misericordia para dejarnos ayudar por Vos. Se nos presenta ahora un motivo de examen, también esta fiesta de la Santísima Trinidad, a ver cómo estamos amándote como santo, como fuerte, como inmortal, cómo estamos buscándote en nuestra vida, en este año jubilar de la esperanza, cómo procuramos no tener dobleces o mentiras a tu amor, no tener faltas de verdad en el cariño al Señor. Pensá, si alguien es fuerte, es el Señor; si alguien es santo, es también el puro, el que no tiene dobleces; y si alguien es inmortal, algo que no se acaba nunca, algo que ha sentido eterno en nuestros días, ese es Dios. ¿Vos lo tratás así?
Fíjate esta oración del Trisagio Angélico es como aprender a respirar el aire del Cielo. Nos ayuda a ponernos en sintonía con lo eterno y tener como una idea de lo que el Cielo nos pide. Y si yo no estoy preparado para respirar el aire del Cielo, ya lo puedo respirar acá en estos días en la preparación de la Santísima Trinidad. Cómo cuidamos nuestro afán de ser instrumentos, cómo corregimos nuestra mirada, cómo ordenamos nuestro corazón, cómo fortalecemos nuestra lucha con nuestro ángel custodio. Ojalá esta oración nos ayude también con toda la tradición de la Iglesia en estos tiempos difíciles, como también lo fueron en otros momentos, a necesitar ese diálogo con la Santísima Trinidad.
SAN PATRICO Y EL TRÉBOL DE TRES HOJAS
Dios, mañana lo meditaremos especialmente, nos ayude a rezar con más fuerza, nos ayuda a pedir también con esa devoción que tenía san Patricio al evangelizar toda Irlanda, si bien era de origen inglés evangelizó toda Irlanda con un simple trébol de tres hojas. Y uno dice: Pero, ¿cómo puede ser? Bueno, con tres hojas, el mismo san Patricio se dedicó a evangelizar; esas tres personas y un solo Dios. Y uno dice: ¿Cómo ese trébol de tres hojas, una sola planta, es capaz de evangelizar? Bueno, a través de esa unidad, de esa diversidad perfecta al mismo tiempo, esas tres personas en un solo Dios, san Patricio aprovechó para evangelizar y evangelicemos también nosotros. Tanto lo han dicho también los los santos, pienso especialmente en san Juan de Damaceno, un padre de Iglesia que defendió muchísimo el uso del Trisagio Angélico, consideraba la proclamación de fe de la trinidad y de la divinidad de Cristo como algo necesario para un cristiano. ¿Cómo defendemos nosotros públicamente el valor de la Santísima Trinidad? San Juan Pablo II, un gran santo amante también de la Santísima Trinidad, si bien no habla del Trisagio Angélico, lo proclamó también en aquella encíclica Dominum et Vivificantem que habla mucho de la acción del Espíritu Santo y lo une también a la oración, a ese canto eterno del Cielo, ese canto de alabanzas, como también decíamos. “Santo, santo, santo”.
Vamos a acudir a nuestra madre, para que también Ella, reina de la Santísima Trinidad, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, nos ayude también a prepararnos a la fiesta de mañana.
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