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LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO

San Pablo nos recuerda que si te buscamos, tarde o temprano nos sales al encuentro. Te presentas a través de los demás, de quienes nos rodean. Pero, especialmente, a través de la dirección espiritual.

Mientras Tú Jesús, trabajabas sin llamar la atención en Nazareth, por ahí por el año 18 de nuestra era, un joven de 15 años judío, dejaba la ciudad donde había nacido, Tarso y se iba rumbo a Jerusalén. Él era un ciudadano romano, instruido, hijo de fariseo, era un digno alumno de la escuela de Gamaliel, un gran maestro en Israel y curiosamente aprendió todo lo que Gamaliel le podía enseñar y se fue.

No coincidió contigo, Tú, Jesús predicaste, moriste, resucitaste y este hombre ni se enteró. Bueno a veces parece que yo tampoco me termino enterar, no sé si tú, pero es que necesitamos conversión y hoy se la pedimos a ese hombre, que es san Pablo, porque hoy celebramos su conversión.

La conversión de Saulo no es una especie de consuelo para alguien descarriado, para una causa perdida, hay algunos que lo piensan, yo creo que no, me parece a mí que es consuelo para alguien que, como nosotros, busca a Jesús. No por nada hacemos estos 10 minutos de conversación con Él.

Te buscamos Jesús, pero no terminamos de dar pie con bola, hay que aceptarlo y Saulo era un hombre, abierto a la verdad, un buscador de la verdad, celoso de la verdad y se encontró con la Verdad, la Verdad con mayúscula, él mismo lo cuenta.

«Iba a Damasco con poder y autorización de los sumos sacerdotes y al mediodía vi en el camino una luz del cielo, más brillante que el sol, que me envolvió a mí y a los que me acompañaban. Caímos todos a tierra y escuché una voz que me decía en hebreo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”»

(Hch 9, 3-4).

Buscaba la verdad, equivocadamente, pero buscaba la verdad y se la encontró. Y entonces dice:

«Yo contesté: “¿quién eres Señor?” Y el Señor me dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”»

(Hch 9, 5).

EJEMPLO DE CONVERSIÓN

A mí me gusta pensarlo así, que es un ejemplo de conversión para quienes te buscan Señor, porque aunque no de yo pie con bola, sí busco la verdad. Si me empeño por querer hacer las cosas bien, si percibo la verdad con sinceridad, tarde o temprano, me encuentro contigo. Salme al encuentro Señor y dime en qué quieres que cambie.

Pero ojo, porque también hay otra lectura a estas mismas palabras de Jesús:

«Yo soy Jesús, a quien tú persigues».

Saulo iba de Jerusalén a Damasco. Recorría una distancia de 250 kilómetros, iba respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, así lo cuentan los Hechos de los Apóstoles:

«Y le sucedió que al acercarse a Damasco, se vio de pronto rodeado de una luz del cielo y al caer a tierra oyó una voz que decía: “Saulo Saulo, ¿por qué me persigues?”»

Y esta es la otra lectura de estas palabras y es que Jesús, Tú Señor, te identificas con los cristianos a lo que Saulo persigue con amenazas de muerte.

Jesús, que yo no espere cosas extraordinarias, que no espere una acción tipo la que hiciste con Saulo, luz que envuelve, golpe que me tira al suelo, una voz que se escucha con fuerza, que no espere eso para cambiar, para tener mi propia conversión, que me dé cuenta que muchas veces Tú me sales al encuentro, a través de los que tengo al lado, de los demás, esos que son como los que Saulo perseguía.

LO QUE PUEDE HACER EL AMOR

san Pablo

Un don del Espíritu Santo, que hay que implorar recibir, ver a Cristo en los demás, no sólo en la propia familia, también con todos los que nos encontramos en nuestro camino y especialmente con los más necesitados.

La Santa Madre Teresa de Calcuta, cuenta ese suceso:

“Un día recogí a un hombre en la calle, tenía el cuerpo cubierto de gusanos, lo llevé a nuestra casa, ni maldijo ni culpó a nadie de su situación, simplemente dijo: He vivido como un animal en la calle, pero voy a morir como un ángel amado y atendido”.

Cuenta la Madre Teresa:

“tardamos tres horas en limpiarlo, finalmente el hombre levantó la vista hacia la hermana y le dijo: me voy a casa a ver a Dios y dicho eso, murió. Jamás he visto una sonrisa tan radiante como la de aquel hombre. Se fue a casa a ver a Dios”.

¡Qué cosas puede hacer el amor! Es posible que la joven hermana, no se diera cuenta que en esos momentos estaba tocando el cuerpo de Cristo, así lo dice la santa: estaba tocando el cuerpo de Cristo. Y ojo, san Pablo fue el primero en decirnos a nosotros que los cristianos somos el cuerpo místico de Cristo. 

«El contestó: ¿quién eres Señor? Yo soy Jesús, a quien tú persigues».

Jesús es el otro, el que me sale al encuentro. No por nada hoy con esta fiesta se termina la semana de oración por la unidad de los cristianos. Es que todos los cristianos estamos unidos en Cristo y aprovechamos estos días para rezar, para que estemos todavía más unidos.

JESÚS NOS HABLA A TRAVÉS DE OTROS

Pues ahí lo tienen. Pero creo que todavía en el testimonio de Pablo tenemos una lección más y es esta: A Jesús le gusta decirme las cosas a través de otros. Me habla a través de otro, me lo encuentro en los demás, pero me suele hablar ya en concreto a través, no de cualquiera sino de alguien cercano a Él. Y eso se hace a través de la dirección espiritual, que uno la puede tener con un sacerdote o con un amigo que me conoce y qué lógico, tiene muy buena formación.

Yo pensaba en esto porque sigue el relato de Pablo:

«yo dije: ¿Qué he de hacer Señor?»

(Hch 22,10)

Eso le pregunta, ¿qué he de hacer? Es la pregunta del millón, la pregunta que todos quisiéramos hacer. Imagínate la suerte de Pablo que se la hace directo a Jesús. Pues se la hacemos nosotros ahorita, también tú dile: ¿que he de hacer Señor?

Pero fijémonos en lo que sigue contando san Pablo, porque dice:

«Y el Señor me respondió: “levántate y entra en Damasco, ahí se te dirá todo lo que debas hacer”. Como yo no veía a causa del resplandor de aquella luz, tuve que entrar en Damasco conduciendo de la mano de mis acompañantes».

Seguro que a nosotros, Tú Señor, también nos respondes: “pues vete a hablar con fulano, cuéntale lo que llevas en el alma, pídele consejo. Ahorita tal vez estás ciego, no sabes muy bien por dónde, pero Yo, a través de él, te ayudaré, te iré diciendo lo que tienes que hacer”. San Pablo sigue el consejo. A ver si nosotros lo seguimos.

san Pablo

NECESITAMOS GUÍA

Mira te cuento un dato. En el año 2001, Eric Weihenmayer escaló el Everest. En su momento fue una de las 94 personas que habían escalado el pico más alto del mundo en sólo cuatro días, por la ladera de la montaña que da hacia Nepal.

Pero lo que tiene de sorprendente es que Weihenmayer perdió la vista cuando tenía 13 años y comenzó a escalar montañas tres años después. Sí, oíste bien, escaló el Everest completamente ciego.

La clave está en que logró escalar el Everest siguiendo los sonidos de las campanas amarradas a la mochila de sus compañeros y de los guías sherpa y, claro, siguiendo los lazos o las cuerdas que tienen atados entre ellos, todos los grupos de escaladores. Pues un ciego consigue escalar el Everest, pero no lo consigue solo, necesita que le acompañen, que le indiquen por dónde, que le señalen los peligros, que le animen.

A san Pablo se le cayeron unas como escamas de los ojos en cuanto fue hablar con Ananías, su primer director espiritual, podríamos decir, a través del cual le habló Jesús.

Pues Señor, quiero ser mejor, quiero cambiar lo que haya que cambiar, quiero tener mi propia conversión, ayúdame en mi ceguera, que busque y aproveche la dirección espiritual, dándome cuenta que Tú estás ahí. Te lo pido a través de tu Madre, que es guía también de todos nosotros.

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Citas Utilizadas

Hch 9, 1-22. 22, 10

Sal 116

Mc 16, 15-18



Reflexiones

Señor, que te pueda ver en los demás, que te encuentre, porque siempre que busco la verdad, ¡me encuentro contigo!

Predicado por:

P. Federico

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