DANOS SIEMPRE DE ESE PAN
Esta semana hemos comenzado a leer el capítulo VI de san Juan, que contiene el discurso del Pan de Vida.
En los primeros versículos se narra la multiplicación de los panes y los peces.
A continuación, cuando Jesús camina sobre las aguas y atraviesa al otro lado, llegando a Cafarnaúm y en la sinagoga de Cafarnaúm, se reúne con mucha gente que le pregunta:
—¿Cómo has llegado hasta aquí? —¿Cómo es que has aparecido de repente, de pronto, sin avisar, en Cafarnaúm, sin haber tenido este medio de transporte?… (Cf.)
Y Jesús, en vez de responder, comienza con este discurso del Pan de Vida, y termina con unas palabras que son centrales en el Evangelio, y en particular, en este discurso.
«En verdad les digo, no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre que les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Ante estas palabras, la gente comienza a murmurar o hablar entre ellos. Empiezan a comentar y le dicen directamente:
«Señor, danos siempre de ese pan».
Bueno, cuando uno escucha que Jesús, es el que está haciendo milagros, el que ha multiplicado los panes y los peces, promete un pan de esta categoría.
PAN DE VIDA
Bueno, tú y yo también le diríamos lo mismo: “Señor, danos siempre de este pan”.
Y Él responde estas palabras misteriosas, que era muy difícil que en su momento, las entendieran los que escuchaban a Jesús. Pero nosotros, con el paso del tiempo, ya las entendemos.
«Yo soy el pan de vida. El que viene a Mí no tendrá hambre y el que cree en mí no tendrá sed jamás».
Jesús es el pan de vida. Jesús nos ofrece su propio cuerpo y su propia sangre. Es ese el gran misterio del sacramento de la Eucaristía.
Jesús se queda aquí presente, no solo para que lo comamos, no solo para que lo bebamos, para que bebamos su sangre… No se queda solo así para alimentarnos, sino que se queda realmente presente en el Sagrario.
No es un símbolo, está realmente presente Jesucristo en cada Sagrario y está esperándote a ti, y me está esperando a mí.
El Papa Benedicto XVI, en su primera encíclica, esa que se llamaba “Dios es Amor, Deus caritas est”, nos recuerda que no se comienza a ser cristiano por un encuentro con una idea, o por un evento místico, sino por un encuentro personal con Jesucristo.
Es una de las primeras ideas que quiere dejar el Papa Benedicto XVI, que para ser cristiano, necesitamos tener ese encuentro personal con Jesucristo.
¿CÚANDO FUÉ ESE ENCUENTRO?
Hace pocos días escuchaba una meditación de otro sacerdote que hacía una pregunta, y me quedó dando vueltas, como que me golpeó especialmente y creo que nos puede servir a nosotros para este rato de oración.
Él decía que muchas veces hablamos de ese encuentro personal con Jesucristo. Hablamos, lo predicamos, y quizás a veces tú, que escucha este rato de oración, también has hablado de eso con algún amigo y le has dicho que tiene que encontrarse con Jesucristo para vivir su vida cristiana…
Pero si yo te pregunto, decía este sacerdote, ¿cuándo fue tu encuentro personal con Jesucristo?, ¿lo podrías decir? (…)
Y uno dice, ¿qué momentos en mi vida yo me he encontrado con Jesucristo personalmente?
Y yo pensaba también en ese momento cuando decía esta palabra… Claro, uno se acuerda cuando se ha encontrado con algún amigo, Mira, tuve un encuentro personal con este amigo. Esto pasó de ser un simple conocimiento mutuo, a ser una verdadera amistad.
Y uno, muchas veces, no siempre, pero muchas veces puede decir, este momento, cuando hicimos esto, o corrimos este peligro, cuando tuvimos esta aventura, ésta situación, esa pelea…. Y esto dio vuelta de nuestro simple conocimiento, para transformarlo en una amistad.
MOMENTO QUE MARCA
O una persona, cuando se enamora de otra, un hombre de una mujer, o una mujer de un hombre, pueden decir: yo me acuerdo perfectamente cuando me enamoré de esta persona, de esta mujer, porque sucedió esto o esto otro.
También esos encuentros personales que no son ni una amistad, ni un enamoramiento, pero esos encuentros tan íntimos, como la primera vez que una madre toma en sus brazos a su hijo, o un padre que toma en sus brazos a su hijo.
También es un momento que marca todos esos encuentros personales que cambian una relación, que se transforman en una relación. Son momentos que quedan grabados.
En mi relación con Jesucristo, en mi encuentro con Él, que me está esperando siempre en el Sagrario, que quiere que yo esté cerca de Él, que quiere que esa relación no sea de simple conocimiento, sino de amistad verdadera, de amor profundo, que sea una amistad, un enamoramiento.
¿He tenido ese encuentro personal con él? (…) Quizá tenemos que responder: —Mira, sabes, en realidad, aunque conozco a Jesús, aunque he ido aumentando mi trato con Él, he ido avanzando en mi trato con Él, nunca he tenido esa experiencia personal.
Es bueno tenerlo presente para poder decir: —Bueno, quiero tener ese encuentro.
LO HEMOS ENCONTRADO…
Y para pedírselo al Señor, san Josemaría decía que era una vez que uno empezaba a buscar a Jesucristo, estaba seguro que ya lo había encontrado. Y de ahí a tratarlo y amarlo.
O sea, que esa relación se transforme en una relación de amor, de amistad. Es solo un paso.
Porque el solo hecho de decidirse a buscarlo, quiere decir que ya estamos entrando en esa relación con Él.
Bueno, si hoy nos decidimos, después de este rato de oración, en que hemos estado conversando personalmente con Jesús, si nos decidimos a encontrarnos con Él o a reencontrarnos con Él, puede que ya te hayas encontrado y que esa relación pueda dar un pequeño o un gran salto de calidad, en este rato de oración.
Señor, gracias por permitirnos encontrarnos Contigo. Gracias por darnos esa capacidad de hablarte. De conocerte, de tratarte y de amarte de verdad. De enamorarnos de Ti.
Gracias por quedarte realmente presente en el Sagrario, porque ahí puedo ir a encontrarme Contigo siempre que quiera, si lo puedo hacer en cualquier parte.
Ahora quizá tú estás en el auto, o estás en la calle, o estás en la Universidad, o estás en tu casa, o estás en tu trabajo…. No sé dónde estás.
También es probable que estés delante de Jesús en el Sagrario.
Sea donde sea, puedes encontrarte con Jesucristo…
BUSCAR ESE ENCUENTRO
Pero, ¿qué mejor lugar para rezar?, ¿qué mejor lugar para encontrarse con Él, si tienes la posibilidad de hacerlo en el Sagrario, en el Oratorio, en la Iglesia, en la parroquia, en la capilla…
Ahí, donde sea que puedas tener a Jesús realmente presente, en todas partes está el Señor…
Pero qué mejor que tenerlo ahí presente, hecho en ese pan de vida que quiere encontrarse realmente con nosotros, con cada uno, en la intimidad de nuestro corazón.
Señor, te pedimos que nos ayudes a tenerte muy presente y a querer recibirte para encontrarme personalmente Contigo cada vez que recibo la Eucaristía, como lo hizo tu Madre Santa María.
Esa oración de la Comunión Espiritual nos enseña que ella lo recibió con una gran pureza, humildad y devoción.
Y nosotros queremos recibirte, Señor, también así, con la pureza, la humildad y la devoción de la Santísima Virgen.
Deja una respuesta